Evangelio
I Domingo de adviento

Escrito el 27/11/2022
Agustinos


Texto: José María Martín, OSA
Música: Autum Prelude

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre»


Razones para la esperanza

1.- Estad en vela. Con el Tiempo de Adviento comenzamos un nuevo Año Litúrgico. Hay dos mensajes fundamentales en la Palabra de Dios de este domingo: estar preparados y vivir con esperanza. Para hacer posible la esperanza se nos pide una actitud de vigilancia y de atención. No debemos permitir que se embote nuestra mente con las realidades mundanas. Hoy suena el despertador en nuestra vida para sacarnos del adormecimiento. Pasamos casi un tercio de nuestra vida durmiendo, añádase a esto el tiempo en que vivimos adormilados y obnubilados. Nuestra mente está embotada por la rutina, la dispersión, el cansancio, el vacío…Levantemos la cabeza para observar la liberación que se nos ofrece. Los signos que nos presenta el evangelio de Mateo pueden asustarnos: a la hora que menos pensemos llega el Hijo del Hombre. Pero Él no viene para condenarnos, sino para salvarnos. Algunos interpretan estos signos negativamente y anuncian catástrofes sin fin por nuestros pecados. Dios, en cambio, nos ofrece la liberación.

2.- La salvación está cerca. Nuestro mundo necesita una buena dosis de esperanza. Hay muchos cristianos desanimados porque no ven a los jóvenes en nuestras eucaristías, otros se sienten desconcertados ante la falta de valores y la desintegración de muchas familias, hay quien está decepcionado porque ve una Iglesia demasiado instalada o lejos del ideal evangélico. Optan por la pasividad o la resignación y niegan cualquier posibilidad de cambio. Hoy la Palabra nos alerta para que nos demos cuenta de que Jesús, el Hijo del Hombre, viene a liberarnos de todas nuestras esclavitudes e incertidumbres. El día del Señor significará la inauguración de los tiempos nuevos, tiempos mesiánicos en el que reinará "la paz", el don de todos los dones. Tenemos por delante una hermosa tarea durante estas cuatro semanas: preparar nuestro interior como si fuera una cuna que va a recibir a Aquél que nos da la vida. El tren de la esperanza va a pasar por delante de nosotros, no lo perdamos. Seamos profetas de la esperanza, no del desaliento. Estamos cansados de agoreros y necesitamos hombres y mujeres portadores de esperanza. Dice un proverbio: "Si uno sueña solo, es sólo un sueño; si sueñas con otros es el amanecer de una nueva humanidad”. Hay razones para la esperanza, como escribía José Luis Martín Descalzo en uno de sus libros.

3. – Signos de esperanza.    

--La conciencia ciudadana universal que exige un cambio: "otro mundo es posible"

--El movimiento cívico universal en favor de la justicia y de la paz.

--El voluntariado, sobre todo de los jóvenes, fruto de la solidaridad.

--Los esfuerzos para humanizar la globalización.

--La nueva sensibilización sobre el cuidado de la naturaleza y la defensa del medio ambiente.

 Jesucristo es el fundamento de nuestra esperanza. Es la hora de recuperarla.