Evangelio
Miércoles I de Cuaresma

Escrito el 21/02/2024
Agustinos


Texto:  Ángel Andújar, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:

«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.

La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».


Buscando un signo

El debate acerca de los signos es muy recurrente en el ámbito de la fe. En un principio, podemos pensar que es lógico buscar signos para tener certezas cuando nos movemos en cuestiones poco tangibles. En concreto, vemos ahora cómo los interlocutores de Jesús le piden un signo para creer. ¿Por qué les indica Jesús que no se les dará ningún signo?

Estamos en un contexto de conflicto; por un lado, hay una multitud que se ha entusiasmado con Jesús, con sus palabras y sus obras, pero por otra parte hay un grupo importante que está buscando el modo de dejarle en evidencia, para tener así motivos para acabar con él. De hecho, todo el capítulo 11 del evangelio de Lucas refleja esta tensión y la firmeza con la que Jesús se enfrenta a sus acusadores. En definitiva, les viene a decir que no se les dará signo alguno porque, viendo sus malas intenciones, él no está por la labor de seguirles el juego.

Jesús pone el ejemplo de Jonás como el signo para los habitantes de Nínive, que se convirtieron gracias a la predicación del profeta. Así nos muestra cuales son los signos auténticos: un testimonio de vida coherente, mostrando lo mejor de nosotros mismos para llegar a los demás desde el buen ejemplo. Los signos por los que podemos llegar a la fe no son, por tanto, hechos portentosos, fuera de lo común… eso tiene que ver más con el ámbito de la magia, que está muy lejos de la fe que profesamos. Los signos que convierten son las personas, cuando sus palabras tienen una correspondencia fiel con su vida y sus obras.

Finalmente, el evangelio nos pone en alerta ante la falsa creencia de que la salvación procede de pertenecer al pueblo elegido. Esta generación, como dice Jesús, será juzgada por la reina del Sur, venida desde los confines de la tierra. Como en aquel tiempo los judíos, hoy nosotros podemos sentirnos en posesión de la verdad por el hecho de pertenecer al pueblo de los bautizados, frente a quienes no lo están. Falsa creencia, que evita una sana autocrítica y nos impide vivir la fe de un modo auténtico, coherente y creíble.

Abramos, pues, los ojos, para ver los buenos ejemplo que tenemos a nuestro alrededor, y tratemos de ser también signo con nuestra vida de ese Reino de Dios que ya está aquí entre nosotros.