Evangelio
II Domingo de Pascua

Escrito el 27/04/2025
Agustinos


Texto:  Miguel G. de la Lastra, OSA
MĂşsica: A new day. Mixaund

Al anochecer de aquel dĂ­a, el primero de la semana, estaban los discĂ­pulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judĂ­os. Y en esto entrĂł JesĂşs, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, soplĂł sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».

JesĂşs le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Ver y creer

 Ha pasado una semana segĂşn el evangelio de Juan que hemos escuchado. Durante esta semana los discĂ­pulos se dividen en dos grupos. Por un lado, están los que vieron a JesĂşs “el primer dĂ­a de la semana” y escucharon de Ă©l el envĂ­o a la misiĂłn. “recibid el EspĂ­ritu Santo”, “ yo os envĂ­o”, “a quienes perdonĂ©is los pecados les quedan perdonados”. La resurrecciĂłn de JesĂşs tiene una conexiĂłn directa con la identidad del discĂ­pulo. La consecuencia directa de la resurrecciĂłn de JesĂşs es el envĂ­o de los discĂ­pulos a travĂ©s de la recepciĂłn del EspĂ­ritu Santo, ¡el mismo dĂ­a primero al atardecer! Los discĂ­pulos del MesĂ­as crucificado se transforman en apĂłstoles de Cristo Resucitado.

Pero en el otro lado está Tomás, “el que no estaba con ellos”. Y con Tomás estamos en este segundo grupo todos los discípulos que hemos venido después y que no estábamos allí ese “primer día”. Y Tomás, igual que todos nosotros, siente una carencia por no haber “visto” al Señor y las marcas de sus manos y costado. Y surge la sospecha de que la fe de quien ve es más firme y más segura que la fe de quien confiesa y declara pero nunca ha visto.

De hecho, Tomás va más allá. San AgustĂ­n, con un poco de ironĂ­a, dice que “Le parecĂ­a poco verlo con los ojos; querĂ­a creer con los dedos”. (serm. 145). Necesitaba que la fe pasara por los sentidos, por la experiencia personal, y no sĂłlo por el testimonio de la experiencia de otros. Quizás, como dice San AgustĂ­n, Tomas todavĂ­a está buscando al Señor en una cierta oscuridad, como dice el salmo 75, “con mis manos busquĂ© al Señor” por la angustia y la tristeza. Tomás “llevaba en su corazĂłn las tinieblas de la infidelidad” (Serm 375). Como si llevase una herida que le hace siempre sospechar, la herida de tantas decepciones, de tantas mentiras, que hace que nuestra capacidad de creer estĂ© tantas veces teñida de sospecha. Lo dices tĂş, pero a saber si es cierto.

Así que a Tomás, Cristo le muestra sus heridas. Le muestra que llevar heridas no es impedimento para estar resucitado. Rompe ante Tomás la falsa creencia de que corazones heridos o vidas estropeadas no pueden recibir la resurrección. ¡Las heridas se convierten en cicatrices de guerra! Son signos de triunfo.

Tomás estaba allĂ­, en ese segundo primer dĂ­a. Pero Âży nosotros? No estábamos el primer dĂ­a, ni estábamos a los ocho dĂ­as. En primer lugar, se nos llama dichosos “los que crean sin haber visto”, pero tambiĂ©n se nos enseña el camino para que nuestra fe nazca de una experiencia personal: El Cuerpo de Cristo. Porque todos nosotros experimentamos la pertenencia a este cuerpo que es la Iglesia y especialmente en el momento de la comuniĂłn sacramental. Todos nosotros vemos lo visible para poder confesar y declarar lo invisible. ”Esto proclamĂł Tomás: tocaba la carne e invocaba la Palabra, porque la Palabra se hizo carne y habitĂł entre nosotros” (Serm 145).