Texto: José Mª Martín, OSA
Música: A new day. Mixaund
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
La cruz, signo de amor
La cruz en el Imperio Romano era un signo de tortura reservado a los peores malhechores. Jesús, que no había cometido ningún delito, murió en la cruz por nosotros. El Evangelio predicado por Él es una Buena Noticia liberadora para los oprimidos, pero ponía en tela de juicio el poder establecido. La cruz fue la consecuencia de la vida de Jesús. Fue consecuente, y por eso le mataron. Ahora este instrumento de tortura se ha convertido para nosotros en signo de amor y liberación.
«Para que el mundo se salve por él.», esta es la misión, esta es la voluntad de Dios, este es el gesto de abrir los brazos en la Cruz, este es el sentido del abrazo que desde ella acoge a todo el mundo, esto es lo que da sentido a la vida de “Dios con nosotros”. No lo da la condena, ni “llevar cuentas de los delitos
Es la Cruz que Él nos pide asumir en la vida, la Cruz de la entrega generosa por amor al prójimo, la Cruz de la verdad que nos hace libres pero que también conduce la crítica, a ser señalados con el dedo. Nuestra respuesta no es la misma de aquellos que le mataron, nuestra respuesta no es cargar con cruces a otros, sino cargar nosotros la cruz de la entrega, la gratuidad, del servicio, de la generosidad, el amor... la Cruz que Él transforma en el Calvario poniéndose en manos de Dios en aquel momento de sufrimiento y dolor, la Cruz en la que estamos todos abrazados a Él.
La cruz conduce a la luz, pero muchos prefirieron la tiniebla a la luz. La salvación se nos ofrece a todos, pero hemos de aceptarla, sabiendo que requiere también nuestra colaboración, nuestra entrega y la renuncia a nosotros mismos. Hay que morir para vivir, por eso la cruz representa nuestra lucha contra el mal y nos marca el camino hacia la salvación. Que sepamos aceptar la propuesta que Jesús nos hace.