Evangelio
Miércoles XI Tiempo Ordinario

Escrito el 18/06/2025
Agustinos


Texto: Miguel G. de la Lastra,  OSA
Música: A new day. Mixaund

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».


Sin apariencias

En la sociedad de la Roma clásica en la que se escribe el evangelio un buen ciudadano era reconocido por su respeto a los dioses. Para tener un lugar en la sociedad, los comportamientos religiosos eran importantes. Se rendía culto a los dioses y se les pedían cosas. El buen ciudadano compartía su riqueza con los más desfavorecidos para granjearse una corte de seguidores fieles. En la tradición judía se ayunaba en varios días en los que se recordaba momentos trágicos de la historia del pueblo y era una forma de mostrar arrepentimiento, de reflexionar sobre los propios impulsos y pecados.

Limosna, ayuno y oración son instrumentos para acercarnos más a Dios porque son instrumentos que desempolvan el corazón de los impulsos que nos alejan de Dios. Sin embargo, en una ciudad donde vivir la religión es también una forma de encontrar sitio en la sociedad, estos instrumentos podrían convertirse casi en trampas. Por eso Jesús nos aconseja la discreción como la forma de vivir ayuno, limosna y oración.

Quizás no estamos tan lejos de ellos, cuando le damos tanta importancia a hacernos un selfie cuando estamos en una misa un poco especial para que los demás sepan que yo he estado allí, o cuando hacemos una foto para indicar la gran cantidad de comida que hemos podido recoger para un comedor social, o lo grande que es el camión que lleva el material escolar que queremos enviar a alguna región más desfavorecida. Podemos hacer cosas que parecen religiosas, pero que en realidad no tienen a Dios como centro.

Por eso Jesús nos invita a “encerrarnos en nuestro aposento”, en lo más íntimo, que es nuestro corazón. Allí, no importan las miradas de los hombres, ni las exigencias de la sociedad. En el aposento del corazón sólo estáis Dios y tú. Sin necesidad de apariencias.

“¿Qué son estos aposentos sino los mismos corazones? Y cerrando las puertas orad, dice, a vuestro Padre en lo escondido. Es poco entrar en los aposentos si la puerta está abierta a los curiosos, ya que a través de ella irrumpen dentro las cosas externas de forma desconsiderada y disturban nuestra interioridad. Ya dijimos que están fuera todas las cosas temporales y visibles, las cuales penetran por la puerta, es decir, por el sentido carnal, en nuestros pensamientos, y con la multitud de vanos fantasmas perturban nuestra oración. Se deben cerrar las puertas, es decir, se ha de resistir al sentido carnal, a fin de que la oración espiritual vaya dirigida al Padre, la cual se hace en lo íntimo del corazón” (Sermón de la Montaña II,3,11)