Evangelio
Miércoles XII Tiempo Ordinario

Escrito el 25/06/2025
Agustinos


Texto: Ángel Andújar,  OSA
Música: A new day. Mixaund

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.

Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis».

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Cuidado con la hipocresia

En los tiempos de Jesús, como en los nuestros, existían en todos los ámbitos de la sociedad eso que él vino a llamar “profetas falsos”, a los que identifica con esa imagen tan sugerente de quienes “se acercan con piel de oveja”, pero esconden detrás “lobos rapaces”. Como decimos, esto se da en todos los ámbitos de la sociedad, y también en el religioso.

Esta llamada de atención nos previene contra la tentación de la hipocresía, ese peligro que nos acecha cuando aparentamos vivir desde la fe, dando imagen de ser buenas personas, pero en el fondo vivimos alejados de Dios. Dicho de otro modo, es el riesgo de hablar de amor y justicia cuando realmente lo que motiva nuestras actitudes y comportamientos es el egoísmo y el interés particular.

La fe cristiana no se basa en apariencias, sino que nace de la profundidad del corazón, donde habita la verdad, como nos enseña nuestro padre San Agustín. Jesús comprende nuestras caídas y nunca nos condena por ellas, pues sabe de qué barro estamos hechos y cómo en muchas ocasiones, aun queriendo vivir desde la fe, nos cuesta llegar a ser coherentes y tropezamos. Lo que Jesús condena es la falsedad de quien predica una cosa y vive otra. Lo que el Señor no acepta es la doble vida de quien se instala en el mundo de las apariencias, a menudo consiguiendo engañar a los demás, incluso a sí mismo, para vivir en la pura hipocresía.

La frase central de este pasaje, “por sus frutos los conoceréis”, nos recuerda que una fe auténtica se muestra en las obras. No basta con parecer buenos, hay que serlo. Y ser buenos, en un sentido cristiano del término, consiste en vivir actitudes de misericordia, humildad, justicia, empatía, respeto… Pero, ¿cómo podemos conseguir vivir de este modo? Ante todo, para alcanzar esa profundidad del corazón tan agustiniana, es preciso buscar espacios de interioridad, de oración sincera, de silencio, para encontrarnos cara a cara con la verdad que anida en nuestro ser, la verdad de Dios.

La hipocresía genera barreras, endurece el corazón, nos aleja del prójimo y, en última instancia, nos aleja de nosotros mismos. En cambio, la verdad tiende puentes, libera, genera fraternidad. Pidamos al Señor que nos ilumine para ser profetas auténticos, que desde la verdad del corazón trabajen por el Reino de Dios.