Texto: Jesús Baños, OSA
Música: A new day. Mixaund
En Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».
Pasamos la puerta de la mano de Jesús
La pregunta que le hace aquel “uno” a Jesús en este evangelio de Lucas, me suena a pregunta propia de nuestro tiempo. Nos interesan mucho las cantidades, los porcentajes, las estadísticas. Pero se ve que a Jesús le interesa más, por lo que se refiere a la salvación, el cómo que el cuántos. Por eso pienso que ahí debemos centrar nuestra atención cuando escuchamos o leemos este evangelio: en las palabras de Jesús sobre el cómo salvarse.
No nos suena muy bien, pero claramente detrás de la salvación hay esfuerzo. No sé si son resonancias de pelagianismo, pero de lo que Jesús dice se intuye con claridad que hay responsabilidad personal a la hora de salvarse. Es don y gracia de Dios, fruto de su amor y su misericordia; está claro. Menos mal que es así. Pero hay que querer. Y en ese querer está el esfuerzo de entrar por la puerta estrecha. Y el pasaporte de la puerta estrecha no queda sellado por haber escuchado a Jesús o haber comido o bebido con Él. No hay privilegios de raza o de estatus o de una determinada condición. No hay visado para la puerta estrecha si hay iniquidad. Lo contrario a esta “iniquidad” será la fidelidad a Jesús y su mensaje. Él es la puerta. La auténtica Puerta Santa, razón de nuestra esperanza de salvación. Es de la mano de Jesús, siguiendo sus pasos, como podemos pasar esa puerta estrecha. Ahí es donde estamos invitados a centrar nuestro esfuerzo. Es una oportunidad para todos. Y por ahí está la respuesta al “cuántos”. Sitio hay para todos.