Buscando la paz

Publicado el 08/07/2025
Agustinos


Texto: Pablo Tirado, OSA
Música: Acousticguitar

Llenar el corazón de lo bueno

Desde el inicio de la historia, el ser humano siempre ha estado entre la pulsión del amor y la concordia, y el conflicto e inestabilidad. No deberíamos caer en los alarmismos de la fatalidad de las guerras contemporáneas, como si fueran las más cruentas y definitivas de la humanidad, aunque, como son las que nos afectan, no nos queda otra que vivirlas con especial tensión, cuando no temor.

El Evangelio no da recetas para la paz, no da indicaciones diplomáticas ni tampoco estrategias bélicas para mantener a raya a los enemigos. Este domingo pasado, la Palabra nos hablaba de la paz, la verdadera paz que procede de Dios y que alimenta el corazón humano. La clave de esta paz reside en su procedencia y, por tanto, de lo que el ser humano debería hacer para vivirla…y no es fácil.

Para lograr la paz que procede de Dios, se nos pide que renunciemos a todo aquello que nos aleja de Él. Como dice San Pablo a los gálatas, la paz y la misericordia de Dios vendrán a los que se ajusten a “esta norma”, refiriéndose a la cruz de Jesucristo que es el estilo de vida que nos orienta a vivir sacrificados por y para los demás.

Y esta es la norma y paradoja de la espiritualidad cristiana: quien se busca a sí mismo y su propia paz, se pierde, porque, a semejanza de otras espiritualidades, solo encuentra eso…su propia paz. Hay espiritualidades, también en ello cae la cristiana, que solo proporcionan la experiencia de una armonía interior personal, como una especie de fitness espiritual, pero que no busca la armonía, la paz, el bienestar, la felicidad de quienes nos rodean.

La cruz, por tanto, es el signo y recuerdo de vivir en la fuerza del amor y del perdón. El que vive bajo la Ley o las normas o dogmas, vive solo para sí mismo, se encuentra solo consigo. El que vive el evangelio de la cruz vive en Cristo o Cristo en él. Este es el que se entregó a sí mismo por nosotros, para darnos la gracia.

De igual modo, nosotros debemos nutrirnos de la vida de Cristo, para llenar nuestro corazón de buenas palabras y deseos, renunciando a todo lo que nos separa de Él. Solo así luego podremos mirar a nuestro alrededor con entrañas de compasión, de perdón, de paz. La única paz posible es la que brota de este encuentro con Dios. Cualquier encuentro solo con uno mismo, nos separará del prójimo por razón de creencias, ideologías, culturas, gustos, costumbres…