Que tu misercordia, Señor, venga sobre nosotros

Publicado el 09/07/2025
Agustinos

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Texto: Clara de Mingo
Música: Walk in the park

Testigos del amor infinito de Dios

Antes de comenzar a escribir las reflexiones que se publican en esta plataforma, me gusta leer las lecturas y el Evangelio del día, por orientar la lluvia de ideas que tengo por la cabeza o para buscar la inspiración en el mejor lugar del mundo: la Biblia.

Y es que, al leer las lecturas de hoy, me ha venido un vendaval de recuerdos. Siempre recordaré con cariño la asignatura de formación cristiana que dimos en el colegio en primaria, todas aquellas “historias” que nos contaban, Adán y Eva, Rut, Salomón, David y Goliat, y por supuesto, José.

Posiblemente nunca descubra cuál es mi libro preferido de la Biblia, pero sin duda, la historia de José siempre ha sido cuanto menos, un ejemplo, una referencia de lo que es la misericordia. Para aquellos que necesitamos un breve recordatorio, José, hijo de Jacob, fue vendido a unos comerciantes por sus hermanos, por envidia, y los comerciantes, a su vez, lo vendieron como esclavo en Egipto. Gracias a su don de saber interpretar los sueños, fue llevado ante el Faraón y supo dar sentido al sueño recurrente que tenía. El Faraón, agradecido, le concedió el poder para poder organizar la forma de almacenar trigo y víveres, para poder hacer frente a los años de penuria, e incluso poder ayudar a los países vecinos.

Los hermanos de José, ante la brutal hambruna acuden a Egipto a comprar trigo, presentándose ante José, aunque no le reconocieron, y este, para comprobar si estaban arrepentidos, los trató con dureza, y podría haber utilizado su gran poder para vengarse de una manera cruel. Sin embargo, a José no le movía ningún tipo de resentimiento hacia sus hermanos, es más, cuando se da a conocer, se muestra totalmente misericordioso y alegre de haberse podido reunir con su familia.

La misericordia que muestra José al comprobar el arrepentimiento de sus hermanos es un reflejo de lo que nos transmite también el salmo de hoy: “que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”. Y es así como el Señor quiere que seamos con los hermanos, que se pueden equivocar, que pueden cometer errores, pero que siempre tenemos que mostrar misericordia ante el arrepentimiento.

De esta manera, seremos testigos del Evangelio, seremos testigos del amor infinito de Dios. La historia del cristianismo está completa de obras de misericordia, obras llevadas a cabo tanto por santos de renombre como por santos del salón. Personas que no dudaron en hacer lo que nos dice el Evangelio hoy: “id y proclamad que ha llegado el Reino de los Cielos”. Y es que el Reino no es solo una utopía, una idea de lo que debería ser el mundo, sino que cada día nos levantamos con la oportunidad de hacer el bien, de demostrar la presencia de Cristo en este mundo tan sombrío en algunas ocasiones. Es una oportunidad de tomar al hermano caído, levantarle y darle el impulso para que vea a Dios en cada uno de nosotros.

En el Evangelio queda claro que no hay que ser expertos, no es una tarea solo para los elegidos. Seguramente no fueran perfectos, no tendrían un currículum impecable, pero aun así Jesús llama a cada uno por su nombre, desde el pescador hasta el recaudador de impuestos, haciendo universal y personal la tarea de anunciar el Reino de los cielos.