Texto: Aurora Sanz
Música: Acousticguitar
A la vista de de la Confirmación de un hijo
Buenos días,
Escribo este texto a pocos días de la Confirmación de mi hijo pequeño y me gustaría compartir con vosotros algunos pensamientos que pasan por mi cabeza en estos momentos, y en concreto sobre cómo no sólo los padres hacen mejores a los hijos (o al menos lo intentamos día tras día desde que nacieron), sino cómo los hijos hacen mejores a los padres, sirven de ejemplo, revulsivo y de inspiración para nuestra Fe.
A lo largo de la historia se ha tendido a “menospreciar” a los jóvenes por alocados, inmaduros, egoístas y lógicamente menos experimentados (esto ha sido así desde la antigüedad). También se tiende en la actualidad a pensar que no hay futuro en la Iglesia, que cada vez se va perdiendo nuestra Fe en una sociedad y un mundo mucho más materialista, superficial e inmediato. Y de repente aparece San Carlos Acutis, joven de su tiempo que ha hecho saltar por los aires las premisas anteriores.
Pero nuestros hijos no tienen que ser santos para empujarnos a crecer como cristianos y para hacer crecer la Iglesia con fuerza. Educarles cada día, supone un reto, no nos engañemos: contestar preguntas cada vez más complejas y profundas, pero sobre todo el dar cada vez más testimonio vital y menos discurso, menos apariencia y más autenticidad, en un mundo en que lo inmediato, la apariencia, el postureo y el "qué dirán" gana cada vez más peso. Nuestros hijos han pasado a tener un criterio propio por el que filtran cada cosa que decimos o hacemos como si fuera un polígrafo. Es un proceso natural de crecimiento humano y espiritual porque lo que decimos los padres ya no “va a misa” simplemente por el hecho de que lo digamos nosotros. Y verlos cómo ponen a Dios en un sitio central de su vida voluntariamente y cómo intentan esforzarse en ser mejores cada vez (aunque tropiecen) es un regalo que nos hace querer imitarles, para que ellos a su vez, quieran parecerse más a nosotros. Es como un círculo virtuoso. Siendo honestos, la vida de Fe como la vida en general, no es una línea recta, tiene subidas, bajadas,… podemos incluso descarrilar. Pero lo importante es que como familia nos sostendremos a lo largo del camino. Somos familia y además somos comunidad.
En la Confirmación, ese umbral en el que dan un paso de adultos en la Fe, el soplo del Espíritu Santo se contagia a toda la familia y su gracia se hace aún más presente en nuestras vidas y confirma de paso nuestra vocación como padres con una mezcla de gratitud, orgullo, nostalgia, … pero también inquietud y preocupación al verlos cada vez más autónomos en la vida, en un mundo tan complejo. Además, con la confirmación no les ponemos una “L” en la espalda para que el resto de personas tengan especial cuidado con ellos. Ya montan en bici sin ruedines, pero sabemos que el Espíritu Santo les guiará y les protegerá siempre.