La mala fama de septiembre

Publicado el 08/09/2025
Agustinos


Texto: Quique Infante
Música: Walk in the park

Momento de hacer planes para el nuevo curso

Septiembre es un mes que no tiene buena fama. Pero la culpa no es suya. La culpa es de julio y agosto, que molan más. En estos días nos va llegado el temido momento del final de las vacaciones. El Dúo Dinámico lo cantaba en una de las canciones más depres de la historia. “El finaaaaal del veranooooo, llegooooó”. ¡Qué bajón de canción, por favor!

Las chanclas vuelven al armario, la sombrilla se convierte en un objeto decorativo inútil, y la agenda del Outlook nos mira de reojo con cara de “te estaba esperando, pecador de la pradera”.

No caigamos en la trampa del lamento nostálgico. Porque sí, puede que el verano haya sido maravilloso, pero quedarse aferrado al recuerdo del chiringuito como un mejillón a la roca no es precisamente una actitud muy evangélica. Recordad esa frase -que no sé quién la inventó, pero que yo se la he escuchado varias veces a un padre agustino- que dice “un cristiano triste es un triste cristiano”. O lo que es lo mismo, Jesús no murió y resucitó para que tú estés llorando porque se te acabó la siesta más allá de las cuatro de la tarde.

Volver a la rutina no es una condena, es una oportunidad disfrazada. ¡Si somos capaces, alegrémonos! El Señor nos espera ya en la fila del supermercado, en el aula, en el metro, en la fábrica y -aunque cueste creerlo- en las reuniones de los lunes por la mañana. La tristeza (el síndrome postvacacional) es comprensible, claro que sí. Pero si algo nos caracteriza a los cristianos es que tenemos una esperanza que no se va de vacaciones. Tenemos una alegría que no depende de un calendario ni de un parte meteorológico. Así que píntate en la cara la sonrisa con la misma decisión con la que te pusiste hace nada la crema solar: con generosidad y sin miedo a volverla a aplicar las veces que haga falta.

El nuevo curso es como un cuaderno con las páginas en blanco. ¿Y qué hacemos los cristianos cuando vemos páginas en blanco? ¡Escribimos esperanza! Soñamos en grande, proponernos cosas buenas, y, por supuesto, le pedimos a Dios que nos dé fuerza para cumplirlas (porque ya sabemos cómo acaban los propósitos cuando dependemos solo de nuestra voluntad: olvidados en una semanita, junto a la elíptica y a los yogures light). Ilusiónate con lo que está por venir. No pienses en septiembre como el final del verano, sino como en el comienzo de todo lo bueno que Dios aún quiere hacer contigo este año.

Así que ánimo, cristiano. No seas un triste cristiano. ¡Vamos! ¡Estira los músculos, desperézate, da dos resoplidos y un par de palmadas que te motiven, mira al frente levantando el cogote y descubre los grandes planes que Dios tiene para ti este año!