Gente luminosa

Ha llegado a mis oídos la canción: “Gente Luminosa”, de El Arrebato. Quería escribir sobre esto, sobre la gente iluminada e iluminadora, sobre esas personas que siempre han sido luz para nosotros e incluso nos han ayudado a descubrir nuestro horizonte vital. Por una parte, hablaría de las personas, por utilizar terminología monástica: “iluminada”, personas que literalmente irradian luz, alegría, paz, serenidad... Pienso en mi abuela paterna, en mi madre, en los misionaros/as que he conocido en mi vida, especialmente, los que han consagrado su vida al Evangelio en África. También recuerdo en la memoria de mi corazón a venerables monjas de clausura, con muchos años, y con muchas ganas de seguir sirviendo, a profesores jubilados, a feligresas “unidas” al banco de la Iglesia y al servicio de la misma. Todos tienen algo en común, podría decir que el resplandor de quién ha descubierto el sentido de su vida y lo vive sin prisas pero, totalmente,  absolutamente.

“Iluminadores”, también me he encontrado muchos, algunos han estado presentes en mi vida, un instante, lo que dura una confesión. Éstos tienen la capacidad, de señalar una dirección, una pauta de conducta, un estilo de vida, un descubrimiento interior. Son guías, indicadores de rutas, que siempre conducen a buscar el manantial del agua que da vida en el pozo de nuestro corazón.  Siguiendo el prólogo del evangelio de san Juan, nosotros, los creyentes, celebramos que Jesús,  la luz, vino a iluminar nuestras tinieblas, y a hacernos gente luminosa,  gente que cuida, valora, escucha, ríe, sueña… Días de Navidad, tiempo para regalar sonrisas, caricias, miradas, besos, abrazos y amor, de ese que libera, ilumina,…  “Ama y haz lo que quieras” San Agustín.