Texto: Curri Ruiz
Música: Bensoundcute
¡Buenos días!
El otro día en catequesis una niña no entendía que la última cena para los apóstoles no era la última cena. Ella me intentaba explicar que la última cena era la última. Y yo a ella que ellos no sabían en ese momento, que esa sería la última cena con Jesús…
Eso me hizo pensar que los católicos tenemos tan interiorizada la resurrección que a veces no pensamos suficiente todo lo que pasó antes.
Hoy es Jueves Santo y celebramos la institución de la eucaristía, el amor fraterno, y el orden sacerdotal.
Pero hoy quiero pensar más en cómo se sentirían los apóstoles y la Virgen. En la parte más humana de la Semana Santa.
Los discípulos no sabían que la resurrección iba a suceder, Jesús les había dado pistas, pero no lo habían vivido todavía.
El sufrimiento de ver a Jesús pasando por el calvario y muriendo en una cruz injustamente debió suponer unas horas realmente tremendas para ellos. El maestro, al que unos días antes todos aclamaban, ahora moría como el peor de los delincuentes.
A esto tenemos que añadir el tremendo miedo que estarían pasando al verse así, perseguidos por los judíos y pudiendo terminar como Jesús; llegando a tener comportamientos tan humanos y comprensibles como salir huyendo o negar que le conocían.
Para la Virgen debió ser tremendo, horrible. Ver a tu hijo único, querido, bueno hasta el extremo, morir así, debió ser la peor de las circunstancias imaginables para una madre.
Recordemos los siete dolores de la Virgen en este día. Muchos de ellos fueron durante la pasión y la muerte de su hijo querido.
Pero no perdamos de vista la alegría ni la buena noticia cuando Jesús resucitó. Esa sensación también debió ser de las más emocionantes que puede vivir alguien… Pero eso lo dejamos para el domingo que ya sabemos cómo acaba…
¡Buenos días!