Texto: Maximiliano L. Garía Pelayo
Música: Amazing grace (bendito amor) - Kesia
Buenos días.
Hoy es 24 de abril, la CONVERSIÓN DE NUESTRO PADRE SAN AGUSTÍN, y nos levantamos en un nuevo día lleno de incertidumbres, el Papa Francisco murió el lunes y esperamos impacientes quien será nuestro nuevo “Pastor”. Seguimos en un mundo donde la paz no se termina de conseguir y la violencia no cesa, la diferencia entre pobres y ricos sigue aumentado, las migraciones, la economía… son problemas que no se resuelven, pero como católicos, recordamos que estamos en un tiempo de Pascua, tiempo de esperanza donde Jesús ha resucitado y todos somos testigos. Podemos inspirarnos en la lectura del Evangelio de hoy para disipar nuestras dudas.
Nos dice la lectura de hoy que los discípulos estaban reunidos, todavía con el corazón lleno de confusión y miedo. Algunos dicen que lo han visto, que está vivo, que ha resucitado. Pero… ¿cómo creer algo así? De pronto, Jesús se presenta en medio de ellos y dice: "Paz a vosotros". La paz. No una idea bonita ni una frase para quedar bien, sino la presencia real del Resucitado que calma el alma, que transforma el miedo en alegría, la duda en fe y la tristeza en misión.
Hoy el Evangelio nos recuerda que Jesús no se queda lejos, sino que entra en medio de nuestra vida, incluso cuando las puertas están cerradas. Se deja ver, tocar, y se sienta a la mesa. Les abre la mente y el corazón. Les confía una misión: “Vosotros sois testigos”. Testigos de que la vida vence a la muerte, de que el amor no muere, de que el perdón es posible. Testigos de esperanza.
Por eso recuerdo también que hoy es el Día Internacional del Multilateralismo y la Diplomacia para la Paz. Una manera de decirnos que la paz no se construye sola, ni por imposición, sino con nosotros actuando, en comunidad, dialogando, buscando acuerdos. Es un camino largo, pero necesario.
Como cristianos y agustinos, creemos que solo hay verdadera paz cuando hay verdad y justicia, cuando se busca el bien común por encima del interés propio. San Agustín decía que la paz es “la tranquilidad del orden”, y ese orden nace del amor. Por eso, la paz empieza en nosotros, en gestos pequeños: pedir perdón, escuchar, tener empatía, tender la mano, compartir sin juzgar.
Hoy, tú puedes ser testigo de esa esperanza y sembrador de paz. Tal vez no cambiaremos el mundo entero… pero podemos cambiar todo lo que tenemos a nuestro alrededor.
Oración final
Señor Jesús,
Tú que entraste en medio del miedo con palabras de paz,
entra también hoy en nuestra vida.
Haznos testigos valientes de tu esperanza,
constructores de diálogo, sembradores de paz.
Que donde haya conflicto, llevemos reconciliación;
donde haya oscuridad, llevemos tu luz;
y donde haya desesperanza, llevemos tu amor.
AMÉN.
¡Buenos días!