“¿Por qué toda ella alaba a Dios? Porque cuando la contemplas tú y la ves hermosa, por ella alabas a tu Dios. La muda tierra tiene voz. Tú atiendes y ves su faz, su superficie; ves su fecundidad, ves su vigor, ves cómo germina en ella la semilla; cómo muchas veces hace brotar lo que no se sembró en ella. Ves esto y con tu reflexión la interrogas, ya que esta inquisición es una interrogación. Pues bien, cuando, admirado, hayas investigado y escudriñado, y hayas encontrado el vigor inmenso, la gran hermosura, el excelso poder, como de sí misma y por sí misma no puede tener esta virtud, al instante se te ocurre que únicamente puede estar dotada de ella por haberla recibido del mismo Creador. Y lo que en ella encontraste es la voz de su confesión para que alabes tú al creador. ¿Por ventura, considerando toda la belleza de este mundo, no te responde a una su hermosura: “No me hice yo, sino Dios”? (Comentario al salmo 144, 13, 15).
Luces sonrosadas
rielan en el agua,
juegan con las palmas
que en la orilla están.
El junco sonríe
-aparenta serio-
se inclina tranquilo
y emite este son:
Todo ser viviente
loe al Creador.
Nazario Lucas Alonso