Miércoles V de Cuaresma

Escrito el 09/04/2025
Agustinos


Texto:  Miguel G. de la Lastra, OSA
Música: Crying in my beer. Audionautix

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él:
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».

Le replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».

Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».

Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».

Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».

Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».

Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».

Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres, si permanecéis en mi Palabra. Los fariseos que se enfrentan a Jesús conocen perfectamente una palabra de Verdad, la palabra de la Torah; y sin duda se sienten profundamente libres como siervos de Dios. ¿De qué les va a liberar Jesús? Hoy nosotros incluso podríamos poner una interrogación también a la verdad. En un mundo donde las lealtades cambian, donde los criterios cambian ¿podemos realmente hablar de Verdad?

En el sermón 134 s.Agustín hace este mismo planteamiento “y a mí ¿qué me aprovecha conocer la verdad?” Porque “libre” es algo que quizás todos nos sentimos. Aunque si nos detenemos un momento y nos preguntamos cuándo fue la última vez que sentimos miedo ante alguien, que hemos vivido un instante de vergüenza, que nos hemos callado una palabra para agradar a otros, esa vez en la que hemos fingido ser de otra forma para no perder una posición económica o un puesto en un grupo de amigos. También los fariseos entendían bien esta esclavitud que supone buscar la aprobación de otros.

Así que no podemos ser libres si tenemos miedo, miedo a quedar atrapados por nuestros actos o nuestras palabras. “Lo que teme el hombre que le origine el cautiverio ya se lo originó la maldad” (serm. 134) Esa torpeza del hombre que le lleva a fallar a veces cuando quiere hacer el bien.

Y es aquí cuando la Palabra de Jesús se presenta como una palabra completamente distinta. Promete librarnos del mal, si permanecemos en él. Es como si nos prometiera que unidos a él, empapándonos de lo que El es desaparece de nosotros esa maldad que nos empuja siempre ha quedar atrapados en nuestros fracasos.

Permaneced en mi palabra, permaneced en mi amor. Este amor de Jesús es precisamente el Espíritu Santo, que empapa el alma del hombre, libera de complejos su entendimiento, fortalece su voluntad y agranda su amor.

Los fariseos abandonaron la palabra de Jesús y terminaron esclavos de su miedo hasta el punto que terminaron aclamando al César como su rey. Los discípulos permanecieron en la Palabra de Jesús, y terminaron, libres y valientes, entregando la vida, tal y como Jesús había hecho. Permanecieron fieles a su amor y terminaron llenos de un amor fiel.

“Lo que teme el hombre que le origine el cautiverio ya se lo originó la maldad.”