Domingo XXIV del T.O. Exaltación de la Santa Cruz

Escrito el 14/09/2025
Agustinos


Texto: Jesús Baños, OSA
Música: A new day. Mixaund

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».


 

La Cruz une cielo y tierra. Por ella Jesús compartió a fondo nuestra condición humana y terrena; hasta el final, hasta la muerte… tan propia nuestra… Y por la cruz, la de cada día, nosotros encontramos el camino del cielo. Porque es el camino del amor definitivo, el amor al estilo de Jesús: entrega hasta el final.

La Cruz de Jesús es el cauce de vida eterna y verdadera. Es nuestra salvación. En esta fiesta de la exaltación de la Santa Cruz y escuchando este trocito del encuentro de Jesús con Nicodemo se pone de manifiesto la necesidad de esta entrega final para dar cumplimiento a nuestra esperanza de salvación. Porque la Cruz es el amor por y para el hombre hecho acto real. Y es el amor de Dios lo que nos salva. Amar es entregarse, como dice la canción.

¿Pudo entender Nicodemo todo esto? ¿Podemos entenderlo nosotros? Seguro que le costó a él y que nos cuesta a nosotros; por eso, más que tratar de entenderlo, tratemos de responder cada día a la invitación de vivir en esa dinámica marcada por Jesús: Dios nos ama y a Dios se llega amando. Y amando con todas las consecuencias. En ese horizonte siempre aparece la cruz.