Miércoles XXV del Tiempo Ordinario

Escrito el 24/09/2025
Agustinos


Texto: José María Martín, OSA
Música: A new day. Mixaund

En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.

Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno.

Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.

Y si algunos no os reciben, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de vuestros pies, como testimonio contra ellos».

Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.


Primero les da autoridad, después los envía a proclamar el reino de Dios, curar enfermos, transformar la realidad. Nunca solos, siempre con Él. Nunca con miedo, siempre a su lado. No necesitamos casi nada para el testimonio y la misión, sólo a Él. La tarea es transformar, curar, cuidar, amar, llenar de dignidad. Tenemos que salir de nuestra pequeña zona de confort y patear las calles ofreciendo el testimonio de la fe, el testimonio de nuestro seguimiento. Tenemos que hacerlo con la verdad de un estilo de vida, de una propuesta firme y concreta de poner en medio y en el centro de nuestra vida al otro.

Solo necesitamos la vida para darla, las manos para abrazar, el corazón para sentir el dolor del otro, la confianza para perseverar e insistir en la misión. No es necesaria la alforja, solo se necesita la acogida, no es necesario nada para el camino, Él nos guiará. Habrá rechazos, habrá malos momentos... pero hay que seguir, levantarse, mirar hacia adelante y dar testimonio.

Los apóstoles aceptaron la propuesta de Jesús y se pusieron en camino para anunciar la Buena Noticia de aldea en aldea. Ahora nos toca a nosotros ser apóstoles, “enviados”, y ponernos en camino para recorrer los lugares en donde se ha olvidado el nombre de Dios. Nos toca la tarea urgente de anunciar a Jesucristo desde la experiencia de fe y el testimonio de nuestra vida coherente.