“De repente oigo una voz procedente de la casa vecina, una voz no sé si de un niño o de una niña, que decía cantando y repitiendo a modo de estribillo: “¡Toma y lee! ¡Toma y lee!”: Nada de comilonas ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos, más bien, del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias”. (Conf VIII, 12, 29).
Inspirado fuiste, Agustín de Hipona,
por la voz celestial allí en el huerto
transformando en oasis tu desierto
con bíblico canto que tu alma entona.
Fuiste, Agustín converso, otra persona
estando a Dios en plenitud abierto;
ahora, hombre y Dios en dulce concierto,
Dios al hombre de gracia lo corona.
Se acabaron dudas y abatimiento.
Imperan la certeza y la alegría
transformando el amor en caridad.
Siempre al servicio estabas muy atento
cuidando cenobio y feligresía.
Te hiciste paladín de la Verdad.
Nazario Lucas, OSA