“Extraordinario espectáculo: a los ojos de la impiedad, grande irrisión; a los ojos de la piedad, grande misterio; a los ojos de la impiedad, grande documento de ignominia; a los ojos de la piedad, firmísimo cimiento de la fe; a los ojos de la impiedad, la mofa de un rey que lleva por cetro el madero de su suplicio; a los ojos de la piedad, un rey que lleva, para en ella ser crucificado, la cruz que había de fijar en la frente de los reyes; en ella había de ser despreciado por los ojos de los impíos, y ella ha de ser la gloria del corazón de los santos, como diría después san Pablo: No quiero gloriarme sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”. (Gal. 6, 14). (Trat. sobre el evangelio de san Juan, 117, 3).
Hoy he llorado, Señor. Tu presencia
se ha escondido tras párpados cerrados;
he visto que en tus labios ya sellados
faltaba el hálito, vital esencia.
Sin blasfemar, protesto por tu ausencia;
porque echamos en falta tus cuidados;
parece que nos dejas olvidados
y truecas tu bondad en inclemencia.
Mas… si dejamos de mirar al suelo,
si con fe contemplamos hoy tu Cruz,
podremos entender en el dolor
que seguirás Tú siendo nuestra Luz,
que nos estás esperando en el cielo
y aquí en el valle sigue tu favor.
Nazario Lucas Alonso