“Os rogamos, os suplicamos, os exhortamos: portaos con mansedumbre, compadeceos de los que padecen, recibid a los flacos, y en esta ocasión en que acuden muchos peregrinos, con sus necesidades y trabajos, abunde vuestra hospitalidad y multiplíquense vuestras obras buenas”. (Serm. 81, 9).
Hoy he pensado y he visto
que bajo pobre apariencia
está clara la evidencia
de que el mendigo era Cristo.
No hace falta ser muy listo;
hay que tener corazón
sensible y con vocación
de ayudar al indigente
que se encuentra entre la gente
muriendo de inanición.
¿Sabré ser samaritano
cuando encuentre en el camino
a personas que el destino
me presenta como hermanos?
¿Para qué quiero las manos
si las llevo en el bolsillo
y pienso que es un gran pillo
el mendigo con quien topo?
¡Fácil es decir piropos;
es un manido estribillo!
Nazario Lucas Alonso