Regreso a las aulas
“Dios mío, qué de miserias y engaños experimenté cuando, siendo niño, se me proponía como norma de buen vivir la obediencia a mis preceptores para conseguir renombre mundano y sobresalir en las técnicas del lenguaje, que van encaminadas a los honores humanos y a amasar riquezas falsas. Con esta finalidad me mandaron a la escuela a estudiar las letras, de cuya importancia no tenía yo, pobre infeliz, ni la más remota idea. Esto no era óbice para que me costara buenos azotes mi falta de aplicación”. (Conf. 1, 9, 14)
Seguimos pasos de Agustín de Hipona:
en la diestra, pluma; el corazón, llama;
la ciencia y el amor, árbol y rama,
metas ansiadas de inquieta persona.
Sabiduría y fe, orden y belleza
bases humanas donde Dios entrama
su gracia en el alma y la derrama
en persona que busca la Certeza.
Nos busca la Verdad; en cristal puro
muestra al hombre senda que la alcanza:
no está fuera de ti, no en la montaña,
ni en sol, ni en el cielo oscuro;
la Verdad no es ni viento ni mudanza:
en el hombre habita, cual propia entraña.
Nazario Lucas Alonso