¡Hola, qué tal, cómo estás!
Hoy celebramos a la Virgen María en la advocación de Ntra. Sra. de los Dolores y, ayer, celebrábamos la Exaltación de la Santa Cruz.
Hoy miramos los periódicos, escuchamos la radio, vemos la TV, nos conectamos en las redes sociales y encontramos dolor, cruz, muerte a lo largo y ancho del mundo.
Lo malo es que este dolor, esta cruz, esta muerte no son, en muchos casos, lo normal que trae consigo el ser humano limitado, condicionado por la naturaleza y por el planeta en el que vive.
Lo malo es que en muchos casos este dolor, esta cruz es provocada, alentada, llevada a cabo por nuestra propia mente, mano y corazón. Los cristianos lo llamamos pecado.
Ante esto, qué podemos hacer. En primer lugar, esforzarnos en trabajar para acabar con las cruces sociales, económicas, políticas, raciales, religiosas, que vamos construyendo los humanos.
Y, en segundo lugar, no perder nunca la esperanza, pues en el dolor de María y en la cruz de Jesús nos encontramos también con la resurrección. San Agustín lo expresa de la siguiente manera:
“Jesús superó la maldición sobre el género humano echándola sobre sí. El venció a la muerte, soportándola, se hizo pecado identificándose con el pecado y sustituyendo la antigua serpiente con otra serpiente. La muerte, el pecado y la serpiente estaban todos incluidos en la maldición de Dios sobe la raza humana tras el pecado original, pero la cruz ha triunfado sobre ellos”
(Comentario a los Gálatas 22)
Oración:
“Tú eres el verdadero Señor. No eres como los señores que compran con su dinero. Sino el Señor que compra con la sangre. Tú me das la fuerza de la salvación”
(Enarraciones sobre el salmo 139,11)