Orando con San Agustín

Agustinos


 

“Pero ¿en qué cabeza cabe hacer del dolor una prueba de la muerte, siendo así que es un indicio de vida? Porque, si nos preguntamos incluso si podrá prolongarse la vida indefinidamente, la única respuesta cierta es: quien padece un dolor es que está vivo; es más, el dolor sólo puede darse en un ser viviente. Es necesario, por lo tanto, que esté vivo el que padece un dolor, pero no lo es que el dolor cause la muerte. De hecho, no todo dolor causa la muerte a estos cuerpos mortales y que, por supuesto, han de morir un día. La causa de que un dolor pueda ocasionar la muerte se debe a que, dada la íntima compenetración entre el presente cuerpo y el alma, ésta, ante dolores extremadamente agudos, se rinde y se aleja”. (La Ciudad de Dios,  XXI, III, 1).

Me ha entrado el frío en el alma

y me ha robado el sentido

de la vida. Lo vivido

es ya sólo seca palma.

¡Si ha pasado, pasó!

¿Para qué mirar atrás?

¿Para hacerme sufrir más?

Si al futuro miro yo,

debo mirar adelante

y ser como el campesino

que anhela la primavera

-la perla centelleante-

que alumbra todo el camino,

que lleva a la sementera.

Mi pena ha sido ligera.

Vistió el invierno de nieve;

¿sabría que es traje leve?

                        Nazario Lucas Alonso