Si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española, podremos leer que la tolerancia es el “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.” Y yo añado, no solo a las ideas, sino también a las personas en si mismas: a su color de piel, su carácter, su nacionalidad, su condición sexual…
No tenemos que estar de acuerdo con los que el resto dice, hace o piensa, pero sí debemos respetarlo y cuidarnos mucho de emitir juicios sobre ello, especialmente en público.
Hay una frase de la escritora británica Evelyen Beatrice Hall -que normalmente se atribuye por error a Voltaire- que nos puede servir de base para esta reflexión. Dice así la cita: “Estoy absolutamente en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Es decir, que las personas, y los cristianos en particular, no tenemos por qué estar de acuerdo con el comportamiento o creencias de otras personas, pero siempre tendremos el compromiso de respetarlas por encima de sus ideas. Y si luego -en privado y con delicadeza- encontramos alguna manera en la que creamos que podemos orientar, podremos hacerlo, pero siempre desde la tolerancia y el respeto.
Y puestos a citar, también viene muy a cuento el día de la tolerancia la famosa regla de plata: “No le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”. Esa regla, indiscutible en cualquier situación de la vida, se mejora hacia la regla de oro cuando cambia el signo del consejo y lo afirmamos en positivo: “Trata a los demás como quisieras que te traten a ti”.
Y puestos a mejorarla, y hacer de ella nuestro auténtico modo de vida, la podemos convertir en la regla de Jesucristo: “Trata siempre a los demás como crees que lo haría Jesucristo”. ¿Crees que siguiendo este consejo es posible equivocarse?
Pues que en este día de la tolerancia paremos un momento, giremos nuestro cuello hacia izquierda y derecha y miremos a los que nos rodean: en casa, en el trabajo, en la ciudad, en las redes sociales…. ¿Somos tolerantes con ellos o preferimos ir dando lecciones y poniendo muros? ¿Somos capaces de tratar a los demás como nos gusta que nos traten a nostros? ¿Somos capaces de imitar a Jesucristo cada vez que tenemos que tratar a otro?
Buenos días!