Orar

Publicado el 01/11/2022
Agustinos


Texto: J, Joaquín Ojea,
Música:  Bensound - adaytoremenber

Imitando a Jesús

Buenos días, hoy al comenzar el día, me pongo en manos de Dios, me dispongo a rezar… o no… porque a pesar de que casi todos los libros de la Biblia dan una enorme importancia a la oración, y a pesar de que gran parte de la Biblia consiste exclusivamente de oraciones, lamentablemente, la oración la tenemos muy descuidada, u olvidada.

Hoy en día son otros temas los que determinan nuestro pensamiento y nuestra vida.  Dios no ocupa el lugar principal de nuestra vida.

En la Epístola a los Efesios (EF. 5,1) se nos exhorta a ser “imitadores” de Dios como “hijos amados”. La palabra del texto original griego es una palabra derivada de “mimo”. El mimo es un imitador bueno y convincente que se identifica totalmente con la persona que quiere imitar. En (1 Jn 2:6) leemos que “debemos andar como él [Jesús] anduvo”.

Si estudiamos la vida práctica de Cristo en los Evangelios, observamos lo que hace a la hora de orar, entonces el ejemplo de Jesús y el amor hacia Él nos estimulará a “imitarlo” (2 Co 3:18).

Jesús, el Hijo de Dios, comienza su ministerio público bautizado en el Jordán. Hace cola entre la multitud de israelitas que se habían arrepentido por la predicación de Juan y oraban confesando sus pecados antes de ser bautizados (Mc 1:5).

Lucas nos cuenta que oró en ocasión de su bautismo (Lc. 3,21). Ningún otro evangelista menciona este detalle. También es el único evangelista que ha relatado la última oración de Jesús antes de su muerte: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23:46).

El ministerio de nuestro Señor comenzó con oración y terminó con oración. Su obra estaba enmarcada por la oración y mostraba una total dependencia de su Padre.

Mientras las personas a orillas del Jordán no vislumbraban ni comprendían la importancia de esta escena, Dios no pudo callar ante ella. El cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió sobre Él “en forma corporal, como paloma”. Y se oyó la voz de Dios: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido”. El gozo que el Padre expresa por su Hijo y la confirmación del Espíritu Santo que descendió sobre Él en forma de una paloma, símbolo de pureza, sencillez e inocencia, nos muestra a nosotros, los que seguimos a Jesús, la disposición y el comportamiento que Dios confirma y bendice.

Mi propósito es que cada día esté enmarcado por la oración. Para ello, no acudiré a mi trabajo, no asistiré a clase hasta que haya orado a nuestro Padre. No me iré a dormir, no terminaré el día sin haber dado gracias a Dios por las personas que ha puesto en mi camino, por la belleza del día… Así intentaré ser imitador de Jesús, un humilde y débil imitador, con propósito de enmienda…