Un "truco" para orar

Publicado el 22/11/2022
Agustinos

1

Texto:  Quique Infante
Música:  Bensound Cute

Un "truco" para orar

Hoy es 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, la patrona de los músicos. Y aprovechando el día, os confesaré una frustración y os contaré un pequeño truco.

La frustración es que, salvo la pandereta y la flauta en primaria, nunca he sido capaz de tocar un instrumento musical. De hecho, llamar música a los que salía de esa flauta y de esa pandereta es una forma sofisticada de mentir. Alguna parte de mi cerebro se debió licuar de crío y toda la música que he sido capaz de hacer ha salido del botón azul del Casiotone, que básicamente tocaba una canción del tirón al apretarlo.

Tampoco he escrito nunca una canción. Y siempre que escucho una letra preciosa rabio de envidia pensando que hay gente que tiene esa capacidad. ¡Cuánto lo hubiera aprovechado para decir cosas bonitas! Pero no, Dios no me dio ese talento…

¿Y cuál es mi truco entonces? Aprovecharme del talento de los que sí lo tienen. Desde hace unos años -no recuerdo ni cuándo ni por qué- me dio por fijarme en canciones que hablan de personas que están alegres, de tipos agradecidos, de gente que quiere hacer las cosas bien o -estas son más fáciles de encontrar- de tortolitos que mueren de amor por alguien. 
Las escucho y pienso en lo fácil que es entender de otra manera la letra y dedicársela a Dios. Y me parece una manera preciosa de rezar. 

Cuando escuchas “Tengo el corazón contento, lleno de alegría. Tengo el corazón contento desde aquel momento en que llegaste a mí...” puedes estar haciendo una oración preciosa. 

Cantas “Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul. Pintas de colores mi mañana, solo tú. Navego entre las olas de tu voz y Tú, y tú, y tú; Y solamente tú Haces que mi alma se despierte con tu luz…” cantas eso y acabas de declarar el amor a Dios sobre todas las cosas.

Cuando los Hombres G escribieron esta no creo que pensaran precisamente en convertirla en un salmo, pero qué oración tan bonita quedaría al decir “No tengo nada que hacer, no tengo por qué vivir. No tengo nada de nada, si no te tengo a ti. Solo quiero que estés cerca de mí...” ¿Te imaginas la cara de felicidad de Dios o de nuestra Madre la Virgen si le cantas eso en voz bajita?

Son unos pocos ejemplos. Te animo a que busques en tu memoria… o en tu cuenta de Spotify. Busca esas estrofas que, de repente, se pueden convertir en jaculatorias maravillosas. Busca esa manera de cantar para que, como decía nuestro padre San Agustín, reces dos veces.

¡Buenos días!