Milagreros

Publicado el 21/02/2024
Agustinos


Texto:  Clara de Mingo
Música:  Acousticguitar

Pedir signos

Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás.

Pide un signo. Muchas veces hemos hablado de este tema en nuestras catequesis, grupos y parroquias, sobre los signos que esperamos de Dios para poder creer. Es un hecho que se repite con cierta frecuencia, encontrar a Dios en curaciones extraordinarias, momentos donde por el ambiente desborda de fe, o echarle la culpa de que no aparece cuando se le necesita. Pero no nos acostumbramos a verle cada día.

No entiendo mucho de arte, pero al leer este Evangelio me ha recordado al fresco tan famoso de La creación de Adán, en la bóveda de la Capilla Sixtina, pintado por Miguel Ángel. Mientras el hombre aparece recostado sobre su espalda descansando acomodado, es Dios el que se lanza, el que se inclina y hace el esfuerzo por tocarle la yema del dedo sin nunca alcanzarla, dejando que sea el hombre quien se decida a estirar el brazo.

Es un detalle simple pero que nos recuerda el libre albedrío que Dios otorga al ser humano: Dios está ahí, pero la decisión de buscarlo depende del hombre. Si quiere, estirará el dedo, lo tocará, pero si no quiere, puede pasar toda su vida sin buscarlo.

De la misma manera, exigir a Dios signos o culparle por la falta de ellos, nos pone en la tesitura de que le exigimos favores, garantías o milagros a un Dios que todo lo da, que pone toda la carne en el asador por nosotros. Ponemos los signos como condicionante, como una obligación de que, para nuestro beneficio, vaya demostrando de lo que es capaz si quiere que creamos en Él.

En el Evangelio de hoy, Jesús se “queja” de esta actitud en la que muchas veces nos encontramos, una posición muy cómoda en la que nosotros simplemente pedimos signos, no para aumentar nuestra fe, sino por nuestro beneficio. Este tiempo indefinido esperando el “milagrito”, hace que nos sentemos en el sofá a esperar, en vez de salir a buscar. Y precisamente este es el problema.

Dice el sabio refranero español que el que algo quiere, algo le cuesta, y eso nos obliga a cambiar el chip y movernos para encontrar a Jesús en todas las esquinas no para que nos quedemos contentos con lo que hemos visto, sino para que a la vez, nosotros lo podamos transmitir para que la gente crea en Él y así obtengan la salvación. No es el milagro o la buena obra en sí, sino todo lo que implica, todo lo que mueve.

Señor, en esta mañana de febrero, te pedimos que nos ayudes a encontrarte. Que no nos quedemos en los hechos, en los milagros, sino que miremos tu vida como signo, como ejemplo, como espejo en el que mirarnos para que podamos convertirnos y creer. Que dejemos de exigir o de poner condiciones a Tu amor, y nos dejemos abrazar por Él. Que creamos en Jesús, no por milagrero, sino por ser aquel que puede, si lo dejamos, llenar de sentido nuestra vida.