Ser padres

Publicado el 24/04/2024
Agustinos

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Texto: Blanca Rodrigo
Música:  Bensoundcute

Generosidad y renuncia

¡Buenos días!, 
En estos días, mi hija mayor ha llegado a su mayoría de edad, y además de estar un poco en shock tratando de asimilar que ya han pasado 18 años desde que viví la gran experiencia del milagro de la vida, llevo varias semanas dando vueltas a nuestro papel de padres, al papel de Dios Padre, al papel de los hijos, a las intensas, maravillosas y a veces no fáciles relaciones padre-hijo…; doy infinitas gracias por tenerles en mi vida y, bueno, que estos buenos días van a ir por ahí porque es lo que hay en mi cabecita.  
En numerosas ocasiones me ha llegado esta definición de hijo que atribuyen a José Saramago: 
“Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de cómo nosotros, aprender a tener coraje. Sí, ¡eso es!, ser padre o madre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. ¿Perder?, ¿cómo?, no es nuestro, fue apenas un préstamo…, el más preciado y maravilloso préstamo ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”. 
Me emociona y mucho. Creo que ser padres es generosidad y renuncia, pero compensa con creces. Cierto que muchas veces tienes que concentrarte y recordarles de bebés, sus primeros logros, las divertidas conversaciones o sus súper besos y abrazos…, porque si no, costaría seguir en la etapa de rebeldía que tan cruel puede llegar a ser. 
Estar, escuchar, dejarles encontrar su camino, respetar, educar al mismo tiempo, recoger lo sembrado (aunque a veces perdamos la paciencia porque se tarda)… y todo eso en el momento vital que tengamos cada uno, claro. Nadie dijo que fuera fácil. 
A mí en esta etapa me está ayudando mucho la fe, y escucho un día sí y otro también la canción “Madre” de Hakuna: 
Llévame contigo 
A todos lados 
Que pueda dormir tranquilo 
Bajo tu precioso manto 
Y llévame contigo 
Y no me sueltes de la mano

Y que cuando sienta frío 
Note tu cálido abrazo 
Y llévame contigo 
A donde quieras 
Y es que no hay mayor consuelo 
Que una madre que te quiera 
Y que algún día pudiera 
Al cielo ir por tu escalera 
Y entender que contigo, madre querida 
Valió la pena 
Que no me canse nunca de mirarte 
Y repetir con humilde devoción 
Te quiero con locura, preciosa madre 
Tú, el mejor regalo de mi Dios 
Como cantábamos y rezábamos de niños, tenemos dos mamás: una en casa y otra en el cielo, que es también mamá de Dios. 
Le pido a la Virgen que no me suelte de la mano para saber estar ahí y por supuesto que no le suelte la mano a ella (ni al resto de mis hijos), para caminar por la vida con la fuerza que dan la familia y la fe. 
¡Muy buenos días a todos!