Texto: Pablo Tirado, OSA
Música: Acousticguitar
Palabra - discípulo - verdad - libertad
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Jn. 8,31.
En estos días de Semana Santa estamos ya en el desencadenante final hacia la celebración de nuestra Pascua, oportunidad personal y comunitaria de hacer surgir algo nuevo.
Hemos leído y escuchado, como cada año, en esta etapa final de preparación, el intrincado, pero sugerente, Evangelio de Juan con su rica imaginería simbólica al tiempo que compleja de interpretar.
Algo fundamental para darnos una nueva oportunidad o, mejor aún, para reconocer que Dios nos ofrece otro desafío en Pascua, es reconocer el vínculo entre Palabra, ser discípulo, conocimiento de la verdad y libertad.
De otro modo diríamos que, quien está sujeto a la Palabra conoce la verdad y conquista su libertad. Para el cristiano, conocer la Verdad no pasa por aprenderse los dogmas, sino por vivir conforme a la vida de Jesucristo. El mismo Juan recuerda que Jesús es camino, verdad y vida.
Pero he aquí uno de los obstáculos de la naturaleza humana. Parece que es inevitable ofrecer resistencia, cuando no confrontación, cuando nuestra libertad debe estar sujeta o condicionada por imperativos, pautas, normas externas. Sin embargo, la propuesta de Jesús es comprobar que, cuanto más se alinean nuestra decisiones con su forma de vivir , más humanidad, más alegría, más justicia, más dignidad y solidaridad emerge a nuestro alrededor…eso sí, habitualmente, en detrimento del crecimiento de nuestros egos.
De algún modo, la Verdad de Jesús que, recordemos en sus propias palabras, se encuentra en su propia Vida, es un Camino que debemos descubrir y que, cuanto más nos alineamos, más capaces nos realizamos. Es, de manera no disimilar, a lo que debieron hacer los ingenieros para lograr que los primeros aviones fueran más rápidos y ligeros; cuanta menos resistencia ofrecían a las leyes de la naturaleza (con su peso, forma aerodinámica…), más rápido volaban. De otro modo, siguiendo la comparación, cuando unos experimenta que cuanto menos resistencia ofrece a las “leyes de Jesús” , más capaz es conquistar la felicidad a lo que su propia naturaleza le llama.
Pero, hermanos queridos, la grandeza del Evangelio de la Verdad y de la Vida, es que el ser humano debe reconocer esta aventura por sí mismo. No estamos obligados ni se nos impone; estamos ante la maravillosa urdimbre personal de poder concluir, como nuestro padre Agustín, que “La verdadera libertad no consiste en hacer lo que me da la gana, sino en hacer lo que tenemos que hacer porque nos da la gana”. Ser. 344,4.