Texto: Clara de Mingo
Música: Acousticguitar
Gracias por el amor que nos tienes
“Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”.
Desde que tengo consciencia, sé que en las típicas conversaciones de bar siempre ha aparecido el clásico cuñao, tolosa (todo-lo-sabe) o experto. Pero creo que, en los últimos tiempos, han ido brotando esa especie invasora que no duda en defender sus “conocimientos” como si de una verdad universal se trataran. El tiempo invertido en las redes sociales, al amparo de una foto de perfil (falsa, por supuesto) y un apodo, ha hecho que cualquiera pueda creerse médico, psicólogo o experto electricista. Y por supuesto, al igual que todos esos forofos futboleros que nunca ven un partido de baloncesto pero que suben una foto cuando su equipo gana una Euroliga de baloncesto, todos nos tomamos la libertad de opinar sobre el cónclave.
Vídeos, apuestas, opiniones, información (verdades o medias verdades), entrevistas a gente “aleatoria”, antiguas amistades, o alguien con quien los papables habrían compartido asiento en el autobús. Todos nos permitimos la licencia de dar nuestra opinión, criticar a unos y otros, y nos olvidamos de lo realmente importante, que es que los planes de Dios son perfectos. Ya podríamos hacer todas las teorías del mundo, rellenar quinielas o utilizar la inteligencia artificial para saber quién iba a ser el nuevo Papa, que al final sólo el Espíritu Santo iba a iluminar a los cardenales en su discernimiento.
En un mundo donde reina la división, donde etiquetamos a todas las personas, donde sobreabunda el “conmigo o contra mí”, el Evangelio de hoy lo deja bien claro: “Permaneced en mi amor”. Solo una cosa importa, que guardéis mis mandamientos, que os améis los unos a los otros como yo os he amado, como el Padre me ha amado y os ama a cada uno de nosotros. Solo así llegaréis a la plenitud.
San José María Escrivá decía “es muy poco lo que se me pide para lo mucho que se me da”. Y es que Dios no quiere gente extraordinaria, con superpoderes o unas cualidades impresionantes, no. Dios solo quiere que nos quedemos junto a Él, que le acompañemos, como le dijo Jesús a sus discípulos “quedaos aquí y velad conmigo”. Dios solo quiere que estemos en la cruz abrazándole, que le llevemos siempre con nosotros, en el trabajo, en el colegio, que seamos un reflejo de ese Dios que nos mira cada día con cariño y misericordia, que nos escucha al rezar, y que no deja de amarnos inmensamente, hasta el extremo.
Señor, hoy queremos darte gracias por ese amor que nos das cada día, aunque muchas veces no nos demos cuenta o no queramos verlo. Que sepamos permanecer junto a Ti, sin alejarnos, confiando en que, por muchos errores que cometemos, siempre estás dispuesto a perdonar y tender una mano amiga en la que apoyarnos.
Ayúdanos a no ser egoístas con ese tesoro de Tu amistad, sino que lo llevemos a nuestras realidades, para que cada vez seamos más personas, más cristianos siguiendo tu mensaje y haciendo de este mundo, un lugar mejor. Que, permaneciendo a Tu lado, descubramos en nuestro interior la alegría de ser amados, y llegar así a la plenitud.