Texto: Clara de Mingo
Música: Walk in the park
Elogiemos los aciertos
El primer día de universidad, un profesor de matemáticas escribió la tabla de multiplicar del 9 en la pizarra; y al llegar al último número puso lo siguiente: 10 x 9 = 91. Al principio hubo risitas suaves, luego muchos de los estudiantes se rieron porque el profesor obviamente había cometido un fallo. En algún momento, toda la sala se rió.
El profesor esperó hasta que todos se callaran de nuevo. Entonces dijo:
«Cometí este error a propósito para demostrarles algo. Acerté nueve problemas y sólo cometí un error. En lugar de felicitarme por haber acertado nueve de diez problemas, se rieron de mi único error”
Termina el curso, pero justo antes de dar comienzo al verano, toca cerrar los grupos parroquiales con reuniones en las que evaluamos todas las actividades organizadas. Probablemente, hayamos participado en un gran número de actividades entre catequesis, convivencias, oraciones, retiros, actividades solidarias, etc. Y por desgracia, muchas de ellas ya habrán caído en el olvido, sobre todo si no han tenido ninguna anécdota reseñable.
Sin embargo, lo que no caerá en saco roto son los fallos. Comenzamos el curso con mucha ilusión, llenos de ideas y ganas de trabajar en la lista de “mejorables” del curso anterior. Además, posiblemente algunos de los agustinos que nos acompañaban se cambiaron de comunidad y vinieron otros, o llegaron nuevos catequistas y voluntarios; y en ellos vimos la savia nueva, la oportunidad de formar y mejorar algunos aspectos. Pero un año más terminamos el curso quedándonos casi siempre con todos los fallos cometidos, con la parte negativa. Vivimos una cultura de errores en la que parece que nos quedamos solo con lo malo despreciando todo lo bueno.
Una de las obras de misericordia que más me llamó la atención fue la sexta: “sufrir con paciencia los defectos de los demás”. Pero no deberíamos limitarnos a lo que hacen mal los otros. Todos cometemos errores, todos podemos mejorar y a todo el mundo le sienta mal una crítica destructiva. Tenemos que aprender a elogiar a las personas por sus éxitos, además de apreciarlos por sus pequeños errores. La mayoría de la gente hace mucho más bien que mal, y, sin embargo, son juzgados por los pocos errores que cometen. Me gustaría sugerirles que es mejor elogiar más y criticar menos.
Hay veces que llegamos al límite de desacreditar a una persona, de coger las riendas de lo que está haciendo y tratar de imponer nuestro criterio, respaldándonos en el “yo lo hago mejor”. Nos creemos superiores, poseedores únicos de la verdad. Y nada más lejos de la realidad.
Una vez más, el Evangelio de hoy nos da una bofetada de realidad. La sociedad de la época podría pensar que el Mesías vendría con su armadura y su espada repartiendo a diestro y siniestro, aboliendo todas las leyes que existían e imponiendo unas nuevas. Y cuál fue su sorpresa cuando Jesús dice “no creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”. He venido a dar plenitud, he venido a demostraros que todas las promesas que mi Padre ha hecho con vosotros a lo largo de las generaciones son completamente ciertas. Se cumplirá hasta la última letra, tilde y coma.
Pues si todo un Dios, que por su “estatus”, origen y poder podría haberlo hecho, decide ser humilde, rebajarse y hacerse uno más, predicando desde el amor, ¿quiénes somos nosotros para creernos más que el resto, para imponer nuestros criterios? ¿Quién soy yo para juzgar, criticar o humillar al hermano?
Señor, hoy queremos darte las gracias por este curso, por todas las actividades que hemos conseguido realizar, las catequesis, las fiestas solidarias, las oraciones… Sabemos que ha habido momentos tensos, momentos de desconcierto, momentos en los que nos hemos sentido solos contra el mundo, pero también sabemos que en ningún momento nos has abandonado, sino que nos has apoyado a cada paso. Ayúdanos a ser buenos prójimos, amables con los demás. Ayúdanos a ser apoyo, a corregir con humildad, enséñanos a dar nuestra opinión sin creernos superiores, sino desde la sencillez y buscando siempre expandir tu Reino.