Texto: P. Juan M. Paniagua Miguélez, OSA
Música: Amazing grace (bendito amor) - Kesia
El mejor vestido
Buenos días.
El texto del Evangelio (Mt 22, 1-14) que nos encontramos en la misa de hoy, día de San Pío X, Papa, se compone de dos piezas que tienen su punto complementario: la primera pieza es la parábola de los convidados a la boda, que se refiere al destino del pueblo judío y la vocación de los paganos; y la segunda parte en la que se nos habla de la obligatoriedad del vestido para el convite, se dirige claramente a la comunidad cristiana. Siempre que hablamos de un convite en estos contextos del Evangelio, estamos normalmente en el marco de unas bodas: el Mesías es el esposo, y Jerusalén o la comunidad primitiva es la esposa, la Iglesia. El rey padre representa obviamente a Dios, y Jesús a su Hijo, príncipe heredero… El banquete expresa el gozo de la boda, y representa la participación de la Iglesia con todos sus valores y compromisos, pero siempre en tono festivo y celebrativo.
Dando un salto a todos los pormenores que supondrían los distintos tipos de invitados al banquete de bodas, nos quedamos con un detalle que siempre me ha llamado la atención: el traje de bodas, el vestido nupcial. Este traje va a simbolizar la conducta, de acuerdo con la llamada y la invitación que Dios nos ha hecho, así como la función a la que estamos llamados dentro de la Iglesia. La exclusión del reino, hecho negativo, se representa con la imagen de las tinieblas que pueden ser las de la muerte, y el llanto es la reacción del excluido contrapuesta al gozo de la fiesta. Si yo entiendo mi vida de creyente, desde el compromiso bautismal hasta el actual en el que me encuentre personalmente, como una respuesta al regalo de Dios a través de la vida y de los dones de la fe, entre otros, entonces entenderé mejor que eso del “traje de bodas” no es sino el conjunto de todas mis actitudes y conductas que deben “envolver” perfecta y armónicamente mi persona si realmente quiero ser coherente… No puedo decir que participo de la fiesta, de las bodas de nuestro Señor Jesucristo y llevar una vida totalmente incoherente con esa fe que digo profesar.
Y si teníamos alguna duda acerca de este vestido real o metafórico, simplemente tomemos esta referencia de San Pablo en su epístola a los Colosenses que seguro que nos suena de alguna celebración litúrgica: «Así pues, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el broche de la unidad perfecta». (Col 3, 12-14)
¡Muy buenos días!