María te quita las espinas

Publicado el 11/08/2025
Agustinos


Texto: Quique Infante
Música: Bensoundcute

Celebremos el 15 de agosto con nuestra Madre

Este viernes 15 de agosto, el calendario se pone sus mejores galas, porque celebramos decenas de advocaciones marianas en nuestra querida piel de toro. Pero yo, aunque esté a unos kilómetros, celebraré con especial cariño a la Virgen del Espino, patrona de Los Molinos, “mi pueblito bueno”; donde las fiestas huelen a barbacoa, a Misa en el campo y a esa mezcla de incienso y cambroño seco que solo se da en los pueblos que saben vivir bien. No contenta con ser la reina molinera, la Virgen del Espino también es muy venerada en el Burgo de Osma, pueblo al que la vida me ha unido últimamente con espacial afecto.

Pero la Virgen del Espino no es solo cosa de romeros subiendo a sprint a la ermita, tipos luciéndose a caballo y algún que otro vino en bota que pasa más de mano en mano que el abanico en la misa de doce. No. A mí me inspira también por otros derroteros. Porque la vida, como bien sabemos, a veces viene de espinas hasta arriba: disgustos que pinchan, contratiempos que arañan y problemas que no se quitan ni con pinzas. Y ahí es donde aparece ella, sin hacer ruido, pero firme como solo saben estar las madres: encontrando la solución a lo que te pincha (porque las madres cuando van, lo encuentran… ya lo sabes), y nos recuerda que no estamos solos ni cuando las zarzas se nos suben hasta las cejas.

La cosa viene de lejos. Esta advocación tiene raíces en Oñate, en el País Vasco, donde un pastor -de los de verdad, no de los de Instagram- encontró una talla de la Virgen oculta entre espinos. Sorprendido, soltó un “¡Arantzan zu?”, que en euskera viene a ser algo así como “¿Tú en los espinos?”. Y de ahí nació el nombre de Arantzazu, que literalmente significa “espinal”. Una historia sencilla, sí, pero que nos deja clara una cosa: si María quiso aparecer entre zarzas, es porque no le tiene miedo a los líos, y mucho menos a los nuestros.

Así que cuando la vida se pone como camino de cabras con cardos, cuando lo cotidiano se nos llena de pinchazos, busquemos a María. Que está en las fiestas del pueblo, claro que sí, entre romerías, diversión y verbenas... pero también estará cuando uno no tiene cuerpo ni para subir la persiana por las mañanas. Ella no se va de vacaciones ni pide permiso, simplemente está. Está siempre. Y eso, en tiempos de incertidumbre, es más reconfortante que la sombra de los pinos cuando uno va de peregrino.

Y cómo no, ¡felicidades con mayúsculas a todas las Aranchas! Que vuestro nombre venga de los espinos no significa que no seáis unas flores. Y lo mismo va para las Burguenses, que mantienen viva la llama de esta devoción, y por supuesto para las Molineras, que esta semana tienen más arte y más fe que nunca. Que la Virgen del Espino os proteja, os sonría… y si es posible, os libre también de las espinas que no vienen del campo, sino de la vida.