Jesús, el compañero

Publicado el 02/09/2025
Agustinos


Texto: Pablo Tirado, OSA
Música: Acousticguitar

El que comparte el pan

Este pasado domingo, hemos podido leer y escuchar uno de los tantos Evangelios en los que se nos muestra la comensalidad de Jesús. A lo largo de toda su vida fue acercándose a la mesa tanto de cercanos como de ajenos, poniendo siempre en el centro a los más excluidos y, con todos, haciendo notar las necesidades de los comensales.

Hace ya un tiempo, a uno de nuestros grupos juveniles de pastoral, en un contexto muy especial, les preguntaba si era mejor ser amigo o compañero de Jesús. La mayoría, por no decir la totalidad, respondieron que lo primero, pero, como era de esperar ante tan capciosa pregunta, me reservaba una justificación para la segunda alternativa: compañeros.

Si atendemos a la etimología latina de la palabra, se trata de una combinación de "cum" (con) y "panis" (pan). En esencia, significa "el que comparte el pan", de lo que se deriva que 2 personas (o más) que se encuentran compartiendo el mismo pan, devienen en que comen del mismo pan.

Ya tan gran conclusión, podríamos satisfacer la perspectiva eucarística que Jesús dotó a todas sus comidas, pero creo que aún debemos ir más allá. Los compañeros de Jesús debemos ser, por tanto, personas que comparten el mismo pan, pero la materialidad, siempre nos ha servido de símbolo, de signo, de sacramento. El pan es alimento básico. La acción de compartir no es puntual, sino universal y continua.

Por eso, los compañeros debemos ser aquellos que compartimos las necesidades básicas, materiales, espirituales y emocionales. Y las compartimos como agentes y como pacientes. Necesitamos que los demás conozcan “los alimentos básicos” que nos hacen falta, aquellas necesidades que nos hacen indigentes de algo. Por otro lado, debemos estar dispuestos a percibir y recibir las indigencias de los otros prójimos no solo en la eucaristía, sino en el altar del mundo en el que compartimos la necesidad del pan y del agua de la Vida.

Y compartir, por tanto, no es una acción ritual aislada, sino una actitud proactiva constante o, si se quiere, una vocación. Y de aquí, se concluye que la categoría del encuentro, tan importante en la acción diaria de Jesús, constituye un dinamismo personal para los creyentes. Jesús se hizo el encontradizo con los de Emaús, finalizando, casualidad, en el partir y compartir el pan. Tal escena condensa muy bien el escenario de nuestra vida. La interpelación de salir al encuentro ante los temores, necesidades, desatinos, interrogantes de los compañeros de viaje, para aliviar y hacerse cargo de la vida del prójimo.