Texto: Clara de Mingo
Música: Walk in the park
Atender al otro
“Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado”.
No sé si el verano habrá sido una época de proclamación, de evangelización por el mundo, pero con cada gesto que hemos hecho, hemos tenido la oportunidad de ayudar a todas aquellas personas con las que hemos compartido nuestro tiempo. En las fiestas del pueblo, en las procesiones, quizás en los viajes, en los aeropuertos o en los destinos que hemos visitado. Pero sin duda, también hemos tenido oportunidad de seguir cerca del hermano de nuestro día a día, aunque estuviéramos a 1.000km de distancia.
Decía un amigo que en verano no había excusa para no quedar, para no contestar un mensaje o una llamada. Y siento darle la razón. Que sí, que en verano tenemos muchos más eventos sociales y "tardeo" con unos y con otros, viajes... pero nunca podemos usarlos como excusa para no hablar con alguien, para hacer el vacío, ghosting que dicen ahora. Somos personas, somos amigos, somos gente social y sociable, y no puede ser que nos vayamos de vacaciones y nos despreocupemos del todo de la gente. Tampoco es estar 24h 7dias a la semana con el móvil, pero sí podemos sacar por lo menos 5 minutillos para acordarnos y rezar por la gente con la que compartimos nuestro día a día. Aunque sea solo en un ratito de oración, como podemos ver en la primera lectura de hoy, donde San Pablo le dedica el siguiente saludo a los colosenses: " en nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo".
Hace no mucho leí un artículo sobre la soledad que sufren las personas en verano que se titulaba de la siguiente manera: “Cuando el verano idílico de otros se convierte en un recordatorio constante de lo que nos falta”. “Una ruptura de la rutina y de las interacciones sociales en un largo periodo de descanso pueden aumentar sensaciones como la soledad o el miedo a perderse algo, agravado por el uso excesivo de redes sociales. Te sientas en el sofá de casa mientras el ventilador alivia un poco el calor sofocante. No tienes nada que hacer: ni trabajo, colegio o universidad, ni ninguna otra actividad. Abres Instagram y varias fotos de perfil circulares se alinean en la parte superior de la pantalla: pulsas en la primera y ves a alguien subiendo su enésima foto en Nueva York; pasas a la siguiente persona, y está otro año más en un festival de música internacional; la siguiente es en las fiestas de un pueblo; y luego ves a otro más con las piernas casi tostadas bajo el sol de una playa balear. Dejas el móvil y suspiras mientras piensas que otros viven una vida idílica. Todo ello mientras ves que tu verano es un sempiterno día de calor, bebidas heladas y amigos que ves de vacaciones, a través de redes sociales, lejos de tu ciudad, donde habitualmente quedas con ellos”.
De hecho, este fenómeno tiene nombre, y se le conoce como FOMO (del inglés Fear of missing out, o miedo a perderse algo), y está muy vinculado a las redes sociales. Y es que, aunque este fenómeno está orientado a los adolescentes y jóvenes, que son los que generalmente viven sumergidos en este mundo digital, también podemos extrapolarlo a nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo (no coincidentes laborales) cuando nos desvinculamos completamente de ellos, a las personas mayores que viven solas, a los hermanos que sienten que aislados del mundo.
En breves empezamos un nuevo curso, y la opción preferente de este año, nos invita a vivir como las primeras comunidades cristianas, siendo “constantes de a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de partir el pan”, y con compartir, también invertir tiempo con los demás y escuchar, igual que nos gusta que hagan con nosotros.
Señor, en este curso que empezamos, te pedimos que nos ayudes a ser comunidad de verdad, preocupándonos por los que más sufren, por los que se sienten solos, por los que necesitan un abrazo y ser escuchados. Que no nos mantengamos al margen, ni nos escudemos en que “ya lo hará otro”, como hicieron el sacerdote y el levita, sino que nos paremos en medio de nuestra rutina para atender las necesidades del otro. Amén.