La regla de oro

Publicado el 03/10/2022
Agustinos


Texto: Santiago  Alcalde, OSA
Música:  Bensound cute

La regla de oro

 

“Trata a los demás como quieres que ellos te traten a ti”. Esta es la llamada “regla de oro”. Y la llamada “regla de plata” es la misma pero formulada en sentido negativo: “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan”. Estas dos reglas son universales y se encuentran, con distintas formulaciones, en todas las culturas, filosofías y religiones del mundo.

            ¿Te gusta que te amen? Ama. ¿Te agrada que te respeten? Respeta. ¿No quieres que te critiquen? No critiques. Y así en todos nuestros pensamientos, palabras y obras.

            En cierta ocasión un grupo de monjes se hallaban reunidos en Escete, un lugar que está en Egipto próximo al desierto. La mayor parte de ellos eran eremitas, vivían en solitario; pero cada cierto tiempo se reunían para rezar juntos, conocerse más y ayudarse en los diversos problemas que tenían.

            Una noche, mientras estaban cenando, uno de los más ancianos del grupo que era sacerdote se levantó de la mesa e intentó servirles. Pero nadie, a excepción del abad Juan, quiso aceptar de él, ni siquiera un vaso de agua. A todos les extraño mucho la actitud de Juan y más tarde le dijeron: “¿Cómo es que te has considerado digno de aceptar ser servido por ese santo varón?”.

            El abad les respondió: “Al principio pensé hacer como todos vosotros, no aceptar nada de él; pero luego pensé: Cuando yo ofrezco a las personas, aunque nada más sea un poco de agua, me considero dichoso si lo aceptan. ¿Acaso me consideráis capaz de entristecer a ese anciano privándole del gozo de darme algo?”.

            A veces la regla de oro o de plata falla. No tanto por ellas; sino cuando pensamos que, lo que me gusta o me desagrada a mí; al otro también le tiene que gustar o desagradar. Por ejemplo, si a mí me gusta la carne muy hecha, pienso que al otro le gusta lo mismo y así se la preparo. Para corregir este “fallo” está el adivinar menos y el preguntar más lo que al otro le agrada o desagrada; y desde ahí obrar siempre con amor.