El camino "a ningún sitio"

Publicado el 07/11/2022
Agustinos


Texto: Santiago Alcalde, OSA
Música:  Bensound - adaytoremenber

Arriesgar

No sé si te ha ocurrido; pero a mí las cosas que más satisfacción me han dado no han sido las muy planificadas; sino las que surgieron de manera espontánea e imprevista; y decidí realizarlas. No quiero decir que no haya que planificar y organizar la vida; pero con frecuencia el exceso de planificación, además de matar la espontaneidad, mata también la ilusión de lo desconocido que espera llegar a ser.

Oculta entre montañas, en una región lejana, había una aldea. A la salida había tres caminos y tres indicadores. Uno decía: “Por aquí se va al mar”. Otro: “Por aquí se llega a la capital”. Y el tercero: “Por aquí se va a ningún sitio”.

Desde que se tenía memoria en ese pueblo, nadie había escogido el camino que llevaba “a ningún sitio”. Un día un joven, de manera furtiva, tomó este camino. Caminó y caminó. Atravesó montañas, valles, ríos y praderas. En muchos momentos pensó que efectivamente ese camino iba a ningún sitio. Un día, sin embargo, divisó un perro y se dijo: “Si hay un perro, tiene que haber una casa y alguna persona cerca”.

Entre el miedo y la esperanza siguió al perro que le llevó a una casa oculta en una frondosa arboleda. A la puerta había un anciano que le dijo: “Bienvenido. Entra en mi casa que es tuya. Durante muchos años he esperado que alguien me visitara”. Días después, y antes de regresar a su aldea, el anciano abrió un cofre y le dijo al joven: “Llévate cuantos tesoros estás viendo. Nunca antes nadie se atrevió a seguir el camino que lleva “a ningún sitio”.

El joven, cargado con muchas riquezas, llegó al pueblo y contó lo que le había pasado. Al momento un tropel de personas emprendió el camino que lleva “a ningún sitio” ambicionando las riquezas que el joven había traído. Caminaron días y noches: pero jamás encontraron el perro, la casa y el anciano.

Todos tenemos en la vida muchos caminos “a ningún sitio”; pero pocos los emprenden. La comodidad y la seguridad, que nos proporciona lo ya conocido, hacen que no nos arriesguemos a salir de las certezas. Sólo los intrépidos saben arriesgar el presente cierto por un futuro soñado.