Solidarios en la alegría

Publicado el 18/01/2023
Agustinos


Texto: Santiago Alcalde, OSA
Música:  Autum prelude

El fraile que se moría de hambre

Normalmente entendemos la solidaridad en las desgracias y no en las alegrías. Somos solidarios hacia quien lo está pasando mal y, en la medida que podemos, colaboramos ayudándole a que supere su sufrimiento o su situación dolorosa. Pero no hacemos lo mismo cuando alguien lo pasa bien y es feliz. San Pablo pedía a los cristianos de Roma: “Alegraos con los que están alegres, llorad con los que lloran” (Rm 12,15).

En el libro de las Florecillas de san Francisco de Asís se cuenta que, en la comunidad religiosa franciscana, en la que vivía el Santo, en la cuaresma se practicaba un ayuno muy riguroso. Una noche, cuanto todos los frailes se encontraban en sus habitaciones descansando, Francisco escuchó los gemidos de un hermano que lloraba. Con rapidez se levantó del jergón y se acercó hasta el fraile doliente. “Hermano, ¿qué te ocurre?”, le preguntó solícito Francisco. “Lloro porque me muero de hambre”, le contestó el frailecillo. Entonces Francisco, al momento y sin dudarlo, despertó a todos los hermanos. Luego les explicó: “Está bien que hagamos ayunos, tantos cuanto nuestra naturaleza nos lo permita; pero no podemos dejar que un hermano se muera de hambre. Igualmente, no estaría bien que dejemos a este hermano que coma solo. Se sentiría avergonzado. Por lo tanto, vamos todos a acompañarlo comiendo con él”. Se dirigieron todos al comedor. La comida que realizaron, aunque no era más que un pan y unos rábanos que les habían dado de limosna, se convirtió en una fiesta, alegrada por el gozo común.

Esto de ser solidarios en la alegría lo vemos reflejado en el episodio de las Bodas de Caná (Jn 2,1-11). Los novios no calcularon bien y se quedaron, a la mitad de la fiesta, sin vino. María se solidariza ante el problema que tienen. Recurre a su Hijo que convierte el agua en un vino excelente. Así todos pudieron seguir participando de la alegría común de las bodas.

Sí, lloremos con los que lloran, cuando sea necesario; pero igualmente acompañemos en la alegría a los que están alegres, haciendo nuestro su mismo gozo.