Texto: Santiago Alcalde, OSA
Música: Bensoundcute
Buda, el discípulo y el agua cristalina.
No actúes nunca sin estar sereno y en paz contigo mismo. La precipitación en el pensar, hablar y actuar ni a ti ni a nadie le harán bien.
Cuenta una historia que un mañana salió Buda de su casa junto con un discípulo. Querían llegar a un templo famoso; pero el camino era largo, polvoriento y pedregoso. Después de caminar media jornada, Buda, ya anciano, se sintió fatigado y se sentó a descansar. “No puedo más”, le confesó a su discípulo. “Estoy hambriento y sediento. ¿Podrías traerme, lo antes posible, en tu cuenco un poco del agua cristalina, del río que hace un tiempo atravesamos?”.
“Sí, maestro, cuenta con ello”. Y el discípulo fue corriendo en busca del agua del río. Cuando llegó a la orilla, vio que unos campesinos estaban atravesando el rio con sus carros y animales. El agua estaba turbia y lodosa y él se puso triste al no poder satisfacer la petición de su querido maestro. Lloroso volvió a Buda con el cuenco vacío y le dijo: “Maestro, lo siento muchísimo, no te traje el agua porque no estaba pura y cristalina”. Y le contó lo ocurrido.
Buda sacando fuerzas de su debilidad le respondió: “¿Por qué no te sentaste a la orilla del río y esperaste que los lodos se posaran en el fondo?”. Luego con voz firme le dijo: “Vuelve de nuevo al río, y si las aguas están turbias, espera, siéntate en la orilla y da tiempo para que las aguas recuperen su faz cristalina. Entonces y solo entonces podrás llenar el cuenco y traerme el agua que tanto necesito”.
Cuando notes que las aguas de tu río interior están revueltas, siéntate a la orilla y espera que los lodos vuelvan a dormitar en el fondo. Sólo entonces podrás tomar buenas decisiones; resolver problemas o enfrentarte a situaciones difíciles; expresar y compartir lo que sientes y piensas…Cuando tu cuerpo, tu mente y tu espíritu estén en armonía podrás llenar tu cuenco de agua cristalina. Si tienes sed, bébela; y si los otros son los que la tienen, ofrécesela para que beban.