Entre el triunfo y el fracaso

Publicado el 03/04/2023
Agustinos


Texto: Pablo Tirado, OSA
Música: Acousticguitar 1 Audionautix

Entre el triunfo y el fracaso

Antes de poder leer el Evangelio de este Lunes Santo, todavía saboreamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Un proyecto enérgico y vitalista de hacer presente la potencia, inmediatez, cercanía y viveza del reinado de Dios, pero que en pocos días quedará ensombrecido por el aparente fracaso de la Cruz.

Nuestra vida, del mismo modo, siempre se fragua entre nuestras experiencias de firmeza, de ilusión, transformadoras. Vivencias que se basan en proyectos conseguidos que arrastramos de hace tiempo, esperanzas recuperadas por la cercanía de alguien especial, curaciones inesperadas, sorpresas cautivadoras y gestos inmerecidos. Pero, también vivencias de abandono, de soledad, de vacío. Noticias negativas, enfermedades, fracasos laborales. Desesperanza con nuestros defectos y con los ajenos, la insoportabilidad de la rutina, nuestros miedos y temores.

Y en medio de esta tensión vital, Jesús celebró la Cena pascual, una cena más, un banquete más, el Banquete definitivo. En ella Jesús usó 2 símbolos de la cercanía y presencia del Dios de la Vida: el Pan, expresión ancestral de la necesidad humana; y el Vino, icono indeleble de la alegría. En la necesidad compartida y la alegría comunicada, Jesús expresa toda su existencia, muestra la plenitud de la vida y todo aquello por lo que merece la pena, y hace posible, vivir entre el triunfo y el fracaso.

¿Acaso podríamos incorporar esta lógica y modo de vivir en este inicio de la Semana Santa? ¿Podríamos asumir este estilo sobrio, pleno y luminoso de vivir? Pienso, al menos, que merece la pena intentarlo de nuevo en esta Pascua. La polarización entre la embriaguez de nuestros triunfalismos, así como la desazón por nuestros fracasos siempre resultará una vida efímera, ajena a la realidad y poco respetuosa con uno mismo, con el prójimo y con Dios.

Esforcémonos por vivir desde la comensalidad del Señor, como seres eucarísticos, pero no de los que asisten a un rito o a un acto de culto para ofrecer a Dios, sino para adquirir el compromiso de convertir nuestras vidas en un sinfín de gestos de necesidad compartida y de expresar entre los nuestros una caleidoscópica alegría comunicada. Compartir y expresar necesidad, y comunicar la alegría: esa es la Pascua del Señor.