Texto: Miguel A. Herrero, OSA
Música: Acusticguitar
Procrastinar
Buenos días.
El otro día, en tono de humor – creo-, escuché decir a una persona, que “Dimas fue el primer procrastinador de la historia”.
(Aclaro para aquellos que como yo no usemos habitualmente esta “palabreja”. Procrastinar es según la RAE: diferir, aplazar, dejar para el final.)
La razón, quiero entender, es porque Dimas, el “buen ladrón” dejó para el último momento su salvación. Dimas, crucificado junto a Jesús, imploró casi con su último aliento: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”, a lo que el Señor contestó: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
No sé, tampoco importa, si está bien traído este ejemplo. El caso es que, de esto sí estoy seguro, me da la sensación de que muchísimos de nosotros somos expertos en posponer cosas importantes. Esperamos hasta el último momento para preparar un examen o un informe y apuramos al máximo para entregar la documentación requerida para la declaración de la renta o para el Campamento Tagaste o la JMJ (Jornada Mundial de la Juventud), por hablar de algo de lo nuestro.
Somos auténticos procrastinadores.
Diferimos tareas que podríamos hacer con más tranquilidad si las hubiésemos empezado un poco antes. Dejamos para el final las cosas que, hechas a su tiempo, nos darían más beneficios e incluso nos quitarían estrés. Es ya, más que un mal, un estilo de vida. Ya habrá quien me diga que es parte de la vida humana y tenemos que vivir con ello. Así será.
Distracción, resistencia, aburrimiento, que no nos importa el tema en cuestión, desorden, son muchas las razones que podríamos encontrar para explicar esta dilación permanente de cosas… el caso es que no me puedo extender, porque he dejado para el último día escribir estos buenos días y tengo que mandarlos ya para que sean publicados…
En fin, que me propongo y os propongo, una vez más, intentar no dejar las cosas importantes para después, que lo urgente no quite su lugar a lo importante y que la procrastinación se quede en el diccionario, más que en nuestra vida diaria. Porque:
“Todas las cosas bajo el sol tienen un tiempo y un momento.
Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado. (…) un tiempo para destruir y un tiempo para construir. Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para hacer duelo y un tiempo para bailar. Hay un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse. (…) Hay un tiempo para amar y un tiempo para odiar; un tiempo de guerra y un tiempo de paz (…) He observado la tarea que Dios ha impuesto a los seres humanos para que se dediquen a ella: todo lo hizo hermoso y a su tiempo (…) Y he comprendido que no hay para ellos más felicidad que alegrarse y pasarla bien en la vida, pues también es don de Dios que toda persona coma, beba y disfrute en todas sus fatigas. He comprendido que todo lo que hace Dios durará siempre, sin añadirle ni quitarle nada. Así Dios se hace respetar.
Eclesiastés 3,1-14