Texto: Miguel Ángel Sierra, OSA
¡Venid a mí!
Escuchamos en el Evangelio de labios de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré.”...
Realmente es una suerte poder escuchar estas palabras de Jesús, dirigidas a cada uno de nosotros… Son tres invitaciones: “venid a mí”, “cargad con mi yugo”, y “aprended de mí”.
Jesús se dirige a todos los que están cansados… aquellos que han perdido la ilusión y la alegría y viven en cierta oscuridad, a aquellos que no pueden más… a los que viven al margen; a los abatidos por los sufrimientos de la vida.... a los que se encuentran soportando alguna carga en su interior… (ya sea física, familiar, o sobre su propia conciencia…)
Ahí, entre esos “cansados y agobiados”… podemos estar también nosotros... sin duda, en la vida todos caminamos llevando nuestras pequeños o grandes “cargas”… nuestros “agobios”…
Pero hoy Jesús nos abre su corazón y nos dice que vayamos a Él y que aprendamos de Él: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.
Es cierto, que hay situaciones en las que los cansancios y agobios pueden con nosotros…
Por distintos motivos y circunstancias, a veces, la vida nos pesa… Las limitaciones personales, la enfermedad, las ilusiones no realizadas, nuestras frustraciones, los desencantos vividos, nuestros propios errores y debilidades, nuestro pecado…
Todo esto nos hiere por dentro, nos deja vulnerables y nos deja una sensación de pesimismo, de cansancio y de desesperanza… pero Jesús nos dice: “Venid a mí todos”... “todos”, nadie está excluido de su Amor.
Este amor de Jesús no excluye a nadie y libera a todos, este amor quiere iluminar la oscuridad de nuestra vida y llenar los vacíos de nuestro corazón.
Jesús nos espera con los brazos abiertos para darnos su perdón, para que experimentemos el gozo de la misericordia, para curar y vendar nuestras heridas más profundas… incluso aquellas que no terminan de cicatrizar… Él nos conoce… nos quiere y nos acepta como somos y en la situación en la que nos encontramos… sólo su amor y su perdón restauran nuestras vidas…
Él nos invita a acercarnos a Él, y escuchar sus palabras en nuestro corazón: “Venid a mí todos y yo os aliviaré…y encontrareis descanso”.
Jesús nos está diciendo que el encuentro con Él es descanso.
A pesar de nuestras oscuridades, de las tristezas, de los miedos o los agobios... Él es el verdadero descanso…
Necesitamos volver a ese lugar de descanso y sosiego que es su Presencia en lo más profundo de nosotros mismos. Él siempre nos espera… para dejar descansar nuestro corazón inquieto: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti” (San Agustín).
Hoy le decimos al Señor: Gracias por tu Presencia en nuestra vida. Tú, Jesús, eres nuestro descanso. Sólo en Ti puede descansar nuestro corazón inquieto. Tú vienes a llenar de alegría nuestra vida. Ayúdanos a hacerte presente en la vida de los demás.