Mi corazón lleno de nombres

Publicado el 06/07/2023
Agustinos


Texto:  P. Agustín Riveiro Lamas, OSA
Música: Claro de luna (Beethoven) - Richard Clayderman

Mi corazón lleno de nombres

¡Buenos días!

Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres. (Pedro Casaldáliga). Pronunciar el nombre de una persona hace que en su interior resuenen fibras emocionales. El nombre nos identifica y, desde pequeños, está unido a nuestra “esencia”. Llamar a una persona por su nombre es una forma de dignificarle, de considerarla única. Tiene especiales matices, cargados de emoción, si el que pronuncia el nombre es tu abuelo o tu abuela, o tu madre, o tu hermano, o tu amor.

A Simón, Jesús le cambió el nombre, y le llamó Pedro, porque sobre aquella piedra iba a edificar su Iglesia. El cambio de nombre estaba ligado a la misión que iba a realizar. El nombre de Jesús significa “Dios salva”, quizá por eso llega tan adentro, siendo a la vez como un susurro amoroso. En algunas tradiciones religiosas se les atribuye virtudes mágicas. A lo largo de mi vida he tenido la bendición de conocer a muchas personas; bastantes de sus nombres han quedado grabados en mi interior. Dios les puso en mi camino como acompañantes, amigos…, para ayudarme a ser y para hacer un mundo mejor. Si cerramos los ojos como si fuéramos niños en un ejercicio de interioridad, enseguida veríamos a nuestros padres, a nuestros hermanos, los abuelos, algunos tíos, padrinos y madrinas, ciertos vecinos, compañeros del colegio, de la universidad y de la mili…

Nombres, muchos o pocos nombres, pero todos queridos. Hoy y siempre daré gracias por esos grandiosos dones, porque me ayudaron a desarrollar la capacidad de amar, anticipo de eternidad.

¡Buenos días!