La sonrisa

Publicado el 22/08/2023
Agustinos


Texto: Santiago Alcalde, OSA
Música: Bensouncute

La sonrisa, don de Dios

Si yo tuviera que pedirle a Dios un solo don, le pediría sin dudarlo, que me concediera el arte de la sonrisa. Es la cima de las expresiones humanas. Reconozco, no obstante, que no todas las sonrisas son buenas. Hay sonrisas mentirosas, irónicas, despectivas. Shakespeare decía que «se puede matar con una sonrisa». Pero la sonrisa verdadera, la que surge de un alma iluminada, es un regalo inapreciable de Dios.

Creo que la sonrisa es una de las pocas cosas que Adán y Eva lograron sacar del paraíso cuando les expulsaron. Por eso, cuando vemos un rostro que sabe sonreír, tenemos la impresión de haber retornado por unos segundos al paraíso.

¿Cómo se consigue una sonrisa? ¿Es un puro don del cielo? ¿O se construye como una casa? Supongo que es una mezcla de las dos cosas, pero con predominio de la segunda. Una buena sonrisa es más un arte que una herencia. Es algo que hay que construir pacientemente y laboriosamente. Se logra con equilibrio interior, con paz en el alma, con un amor sin fronteras. Es un arte que hay que practicar terca y constantemente. No haciendo muecas ante un espejo, porque el fruto de ese tipo de ensayos es la máscara y no la sonrisa. Aprender en la vida, dejando que la alegría interior vaya iluminando todo. Imponiendo a cada una de nuestras palabras la obligación de no llegar a la boca sin haberse chapuzado antes en la sonrisa.

Todo puede decirse, hasta lo más desagradable; pero siempre sonriendo. No hay verdades prohibidas. Lo que debe estar prohibido es decir la verdad con amargura, con afanes de herir. Cuando una sola de nuestras frases molesta a quienes nos escuchan, no es porque ellos sean egoístas y no les guste oír la verdad; sino porque nosotros no hemos sabido decirla, porque no hemos tenido el amor suficiente para pensar siete veces en la manera en la que les diríamos esa agria verdad.

La receta de poner a todos nuestros cócteles de palabras unas gotitas de sonrisa suele ser infalible. La razón es porque en toda sonrisa hay algo de Dios y de su paz. Es un signo visible de que nuestra alma está abierta de par en par.