Testigos del amor

Publicado el 19/07/2023
Agustinos


Texto: Pablo Tirado, OSA
Música: Amazingrace

Sed de Dios

Hoy, justo hace 15 años, su Santidad Benedicto XVI celebraba una vigilia de oración con ocasión de la Jornada mundial de la juventud en Sydney. A las puertas de una nueva JMJ, me ha recordado un mensaje preparatorio para nuestros jóvenes y para todos nosotros que nos vemos reflejados y acompañantes de ellos en el camino de la vida.

Benedicto XVI, el Papa sabio, amante de la Escritura, de su lectura, meditación y estudio, era, a su vez, un gran conocedor de la obra de san Agustín y, en aquella vigilia, habló a los jóvenes de la importancia de ser testigos, por la acción del Espíritu Santo, basándose en la reflexión de Nuestro Padre Agustín.

Agustín habla del Espíritu Santo como don, fundándose en el pasaje evangélico que bien conocemos y que nos atrae: el diálogo de Cristo con la samaritana junto al pozo. Jesús se revela aquí como el dador del agua viva (cf. Jn 4, 10), que será después explicada como el Espíritu (cf. Jn 7, 39; 1 Co 12, 13). El Espíritu es «el don de Dios» (Jn 4, 10), la fuente interior (cf. Jn 4, 14), que sacia de verdad nuestra sed más profunda y nos lleva al Padre.

De esta observación, Agustín concluye que el Dios que se entrega a nosotros como don es el Espíritu Santo (cf. De Trinitate, 15,18,32). Amigos, el Espíritu Santo es Dios que se da eternamente; al igual que una fuente perenne, él se ofrece nada menos que a sí mismo.

En un mundo de una mentalidad especialmente consumista, de búsqueda de novedades constantes, de experiencias cambiantes y fascinantes, observamos este don incesante, este Dios/Amor que se vierte en nuestro interior y llegamos a ver los límites de todo lo que acaba.

 En particular, empezamos a entender por qué la búsqueda de novedades nos deja insatisfechos y deseosos de algo más. ¿Acaso no estaremos buscando un don eterno? ¿La fuente que nunca se acaba? Con la Samaritana exclamamos: ¡Dame de esta agua, para que no tenga ya más sed (cf. Jn 4, 15)!