Recordando a San Ignacio de Antioquía

Publicado el 17/10/2023
Agustinos


Texto:  José Joaquín Ojea
Música: Amazing Grace

Recordando a San Ignacio de Antioquía

 

Ignacio, a aquella que ha hallado misericordia en la benevolencia del Padre Altísimo y de Jesucristo su único Hijo; a la iglesia que es amada e iluminada por medio de la voluntad de Aquel que quiso todas las cosas que son, por la fe y el amor a Jesucristo nuestro Dios; a la que […], siendo digna de Dios, digna de honor, digna de parabienes, digna de alabanza, digna de éxito, digna en pureza, y teniendo la presidencia del amor, andando en la ley de Cristo y llevando el nombre del Padre; iglesia a la cual yo saludo en el nombre de Jesucristo el Hijo del Padre; a los que en la carne y en el espíritu están unidos a cada uno de sus mandamientos, siendo llenos de la gracia de Dios sin fluctuación, y limpiados de toda mancha extraña; salutaciones abundantes en Jesucristo nuestro Dios en su intachabilidad.

Así iniciaba San Ignacio de Antioquía la carta a los romanos. San Ignacio fue uno de los padres de la Iglesia y, más concretamente, uno de los padres apostólicos por su cercanía cronológica con el tiempo de los apóstoles.​ Fue el primero en aplicar el adjetivo «católica» a la Iglesia.​ Es autor de siete cartas que redactó en el transcurso de unas pocas semanas, mientras era conducido desde Siria a Roma para ser ejecutado o, como él mismo escribió: ... para ser trigo de Dios, molido por los dientes de las fieras y convertido en pan puro de Cristo.

En la carta a los troyanos resume en un párrafo la historia de Nuestro Señor Jesucristo al escribir “Sed sordos, pues, cuando alguno os hable aparte de Jesucristo, que era de la raza de David, que era el Hijo de María, que verdaderamente nació y comió y bebió y fue ciertamente perseguido bajo Poncio Pilato, fue verdaderamente crucificado y murió a la vista de los que hay en el cielo y los que hay en la tierra y los que hay debajo de la tierra; el cual, además, verdaderamente resucitó de los muertos, habiéndolo resucitado su Padre, el cual, de la misma manera nos levantará a nosotros los que hemos creído en El —su Padre, digo, nos resucitará—, en Cristo Jesús, aparte del cual no tenemos verdadera vida.

Pero si fuera como ciertas personas que no son creyentes, sino impías, y dicen que Él sufrió sólo en apariencia, siendo ellos mismos mera apariencia, ¿por qué, pues, estoy yo en cadenas? Y ¿por qué también deseo enfrentarme con las fieras? Si es así, muero en vano. Verdaderamente estoy mintiendo contra el Señor.” Este párrafo me trae a la memoria San Pablo, cuando escribe en la 1ª Carta a los Corintios: “Y si se predica que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos? Porque si no hay resurrección de los muertos, Cristo tampoco resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, y vana es también vuestra fe.”

Y para hoy una intención de la mano de San Ignacio “Y no intentéis pensar que nada sea bueno para vosotros aparte de los demás: sino que haya una oración en común, una suplicación, una mente, una esperanza, un amor y un gozo intachable, que es Jesucristo, pues no hay nada que sea mejor que El. Apresuraos a congregaros, como en un solo templo, Dios; como ante un altar, Jesucristo, que vino de un Padre y está con un Padre y ha partido a un Padre.”

Y parafraseando a San Ignacio ¡Qué tengáis un feliz día en Cristo Jesús, nuestra esperanza común!.