Manda el interior

Publicado el 07/02/2024
Agustinos


Texto:  Pilare Garrido
Música:  Acousticguitar

Está en nuestro corazón hacer que las cosas sean buenas o malas

Pensando sobre que podía hablar hoy, me encuentro con un Evangelio del día, con un puntito escatológico, pero con un fondo muy importante.

Está en nuestro corazón hacer que las cosas sean buenas o malas.

 Lo que Dios ha hecho, nos ha dado y está fuera es bueno, los alimentos, concretamente. Estos nos sirven para crecer, para estar sanos y todos son buenos, en nuestra mano esta saber utilizarlos con cabeza. Lo mismo utilizar los recursos de manera responsable y para que haya para todos. 

El Evangelio dice: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que le hace impuro.

Jesús explica esto a sus propios discípulos porque al igual que a nosotros, les costaba entender sus parábolas.

Él les dijo:

«¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre y se echa en la letrina»

Así de clarito les explicaba que todos los alimentos eran “puros” ya que, en aquella época, había alimentos que los judíos declaraban impuros.

 La alegría que implica el saber que todo lo que Dios creó es bueno y que nos lo ha dado para que lo disfrutemos, debería de hacernos más felices y meditar bien sus palabras y lo que viene a continuación de esos versículos:

 Jesús continuó explicando que lo que sale de dentro del hombre, eso sí le hace impuro. Porqué de dentro del corazón del hombre, salen todo lo que nos hace daño: la envidia, la codicia, los robos, el fraude. Jesús vuelve a ser claro. Por eso: los malos pensamientos, las malas obras, el hacer daño al prójimo. Eso es lo que debemos intentar cambiar para hacer un mundo mejor.

Difícil ‘hacer camino’

con sentido de exigencia,

cuando vemos el entorno

rodeado de presencias

que destilan sufrimiento

y exigen clarividencia.

 

Aproximarse al hermano / que sufre sobre la tierra,

 darle la mano, ayudarle, / verle y sentir su pobreza;

caminar y sufrir juntos, / regalarle nuestra ofrenda…

Abrirle el alma y las manos, / comprender con indulgencia

su fragilidad humana; / liberar sus deficiencias

y levantarle a lo alto / en dignidad y firmeza…

 

Requiere reconocer

la imagen del Gran Profeta

y el mensaje de esperanza

desplegado en Galilea,

que enaltece al ser humano

promulgando una ley nueva.

 

Mensaje humanizador:

remansa en gestos y expresa

corazón y alma abiertos

al misterio y providencia

del pobre y del emigrante

que se mantiene en escena.

 

“Manso y humilde” es Jesús,

en poder, gloria y presencia,

al vivir como un humano

y testimoniar su esencia,

liberando con su ejemplo

al hombre, de alma inquieta.