Tender puentes

Publicado el 01/02/2024
Agustinos


Texto:  Blanca Rodrigo

Música:  Amazing Grace – Kesia

Tender puentes

¡Buenos días!

Hoy damos la bienvenida al mes de febrero, el mes más corto del año, y eso que éste es bisiesto y tendrá un día más.

Quizá por eso de comenzar mes os planteo un objetivo para estos días que tenemos por delante hasta el próximo jueves 29 de febrero, y si además lo ponemos en práctica para todo el año, o mejor para toda la vida, mejor que mejor.

Dejadme que os cuente un cuento…

Había una vez dos hermanos que vivían en dos granjas vecinas. Durante muchos años lo compartían todo: los aperos para trabajar el campo, las semillas, sus animales y sobre todo el esfuerzo diario para sacar sus granjas y familias adelante.

Sus dos granjas sólo estaban separadas por una pradera. Una vez la pradera había pertenecido a su abuelo, pero la perdió y ahora era propiedad de un hombre que vivía lejos.

Durante muchos años los dos hermanos trabajaron con ahínco para poder comprar la pradera, porque así cuando fuera suya, sus tierras estarían juntas y sería mucho más fácil trabajar en común. Además, con la hierba que crecía allí podrían criar fácilmente un gran rebaño juntos y repartirse los frutos. Definitivamente cuando recuperaran la pradera todo sería mucho más fácil.

Por fin reunieron el dinero y compraron la tierra. Pero en vez de facilitar las cosas, poco a poco, comenzaron a tener pequeñas rencillas por cuestiones menores de cómo explotar la pradera. Todo comenzó con un pequeño malentendido sobre el reparto de los beneficios del rebaño, pero el enfrentamiento fue creciendo como una bola de nieve, conflicto sobre conflicto, ofensa sobre ofensa, fuesen éstas reales o imaginarias.

Un día, el hermano menor desvió el cauce del río, haciendo que atravesara la pradera por el centro y dividiendo así sus tierras. Después de cuarenta años de compartirlo todo ya no se sentían capaces de tener nada en común. El mayor, incluso, estaba convencido de que su hermano había hecho trampa y el río no dividía la pradera exactamente por la mitad, sino que su porción era mucho más pequeña. Además, no le había preguntado antes de hacerlo, ni respetado su mayor edad.

Como ya no trabajaban juntos, ni compartían sus aperos, sus granjas comenzaron a producir cada vez menos, incluso menos que cuando aún no tenían su mitad de la pradera.

Definitivamente en su corazón dejaron de ser hermanos. En aquellos momentos en los que raramente se veían a través del arroyo, solo intercambiaban un silencio despectivo, o peor: reproches y palabras amargas.

Una mañana alguien llamó a la puerta del hermano mayor. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizá necesite algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ayudarle".

Después de pensarlo contestó, “sí, tengo un trabajo para usted. ¿Ve aquella pila de viejos tablones de madera que hay junto al granero?, quiero que construya junto al cauce del río una cerca lo más alta posible, de forma que ya no tenga que ver al ladrón de mi hermano nunca más”. El carpintero le dijo: “creo que comprendo la situación”. El hermano mayor ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir a comprar provisiones en el pueblo.

Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, justo cuando el carpintero había terminado su trabajo, se quedó paralizado por la sorpresa. No había ninguna cerca. En su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era un hermoso puente con pasamanos y todo.

En ese momento, su vecino, su hermano, vino desde su granja y abrazándolo le dijo: “Eres el mejor de los hermanos, mira que construir este hermoso puente para que volvamos a estar juntos después de todo lo que he hecho y dicho, muchas veces he pensado en pedirte perdón, pero la culpabilidad y mi orgullo me lo han impedido, así que cuando te veía me enfadaba cada vez más y por eso te insultaba”.

Estaban los dos hermanos abrazándose, cuando vieron al carpintero recoger sus herramientas. –“No, espere”. “Quédese unos cuantos días con nosotros, tenemos muchos proyectos para usted”, dijeron. “Me gustaría quedarme”, dijo el carpintero, “pero tengo muchos puentes que tender”.

Sin mucho más que añadir, mi reto para empezar hoy mismo es tender puentes como hizo el carpintero y poner PERDÓN en mi vida. ¿Me acompañáis?

¡Buenos días!