Texto: Maximiliano L. García Pelayo
Música: Amazing Grace - Kesia
JESÚS, SUMO Y ETERNO SACERDOTE
Muy buenos días en este jueves 23 de mayo. Hoy es el primer jueves después del domingo de Pentecostés, y se celebra la festividad de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote en España y algunos otros países.
Esta festividad nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre el significado profundo del sacerdocio de Jesucristo. Jesús no solo es el sacerdote que ofrece el sacrificio, Él mismo es el sacrificio ofrecido por la salvación del mundo. Su entrega en la cruz es el acto supremo de amor y servicio.
San Agustín, en sus escritos también subraya la singularidad del sacerdocio de Cristo, destacando cómo Él es el único mediador entre Dios y los hombres. En su obra La Ciudad de Dios, Agustín dice: "Cristo es el sacerdote supremo, que se ofreció a sí mismo por nuestros pecados; Él es tanto el oferente como la ofrenda" (Libro 10, Capítulo 20).
En este día, podemos también manifestar nuestro cariño y agradecimiento a los sacerdotes, especialmente a los agustinos que, siguiendo el ejemplo de Jesús, dedican sus vidas al servicio de la comunidad y a la celebración de los sacramentos en el ámbito educativo y parroquial.
Cada sacerdote es un reflejo del Sumo y Eterno Sacerdote. En sus manos, la Eucaristía se convierte en el alimento espiritual que nos fortalece y nos une como comunidad. En sus palabras, encontramos consuelo, guía y la enseñanza del Evangelio.
San Agustín también nos recuerda la importancia de la comunidad cristiana en su obra Confesiones. Allí escribe: "Confórmate a la Iglesia y, una vez dentro de ella, conviértete en miembro vivo, para que te encuentres en ella y ella en ti" (Libro 10, Capítulo 35). Esta llamada a ser parte activa y viva de la comunidad resuena especialmente en la festividad de hoy, invitándonos a apoyar y acompañar a nuestros sacerdotes en su misión. Y también recuerda que en nuestro bautismo somos ungidos como sacerdotes, por lo que también es nuestra misión.
Oremos por nuestros sacerdotes y por las vocaciones sacerdotales, y reconozcamos en ellos el rostro de Cristo, el Sumo y Eterno Sacerdote.
¡Buenos días!